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En Armenia, la emigración sigue...

La inseguridad nacional, la crisis política que se hace interminable y la falta de un proyecto de país serio y a futuro, hace que miles de personas sigan eligiendo emigrar y seguir su vida en otras latitudes.


Por Adrián Lomlomdjian


En el primer trimestre de 2021 abandonaron Armenia 55 mil personas. En todo el 2020, los emigrados habían sido 11 mil y, en 2019, unos tres mil. Estos, son datos brindados por el gobierno y surgen de la diferencia entre partidas y llegadas, que oficialmente determinan la cantidad de ciudadanos que emigran.


En las tres décadas que van desde la desintegración de la Unión Soviética y la restauración capitalista, en Armenia la población total pasó de ser tres millones y medio en 1989 a -generosamente expresado- algo más de dos millones 900 mil en 2020. Digo “generosamente”, porque es vox populi que en el país hay apenas algo más de dos millones de personas. La cifra oficial de cerca de tres millones se debe a que muchos de quienes trabajan en distintas ciudades de Rusia o en países cercanos a Armenia, mantienen su residencia y son considerados ciudadanos que habitan permanentemente el país, ya que muchos de ellos los visitan varias veces al año o se quedan allí durante los meses de vacaciones.


Como vemos, uno de los principales logros del “paraíso capitalista”, que venía a reemplazar al “injusto y decadente socialismo” es el haber logrado que cientos de miles de personas abandonaran su tierra natal, el territorio que luego pretenden defender como propio a cientos y miles de kilómetros de distancia. Pero esta es harina de otro costal.


Para tener una noción de lo que verdaderamente pasó en este sentido en estos más de treinta años, a estos casi 70 mil ciudadanos de Armenia que “eligieron” durante los últimos años “rehacer sus vidas fuera de su patria”, debemos sumarle los más de 800 mil que se fueron hasta 1998 y los otros cientos de miles que lo hicieron durante las dos décadas posteriores, a un promedio de 70/80 mil en los años más álgidos de emigración y de 30/40 mil en los años más "tranquilos".

Viendo estos números, causa, ya no asombro, sino rechazo y repudio, la actitud asumida por algunos sectores de la armenidad -en Armenia y las comunidades de la diáspora-, que continúan despreciando, tergiversando y criticando de manera despiadada -y fuera de todo contexto- el proceso de repatriación llevado adelante por las autoridades de la Armenia Soviética durante distintos períodos de su existencia.


Las principales etapas de ese histórico -y, hasta la fecha, inigualable- proceso de repatriación fueron los primeros años posteriores al triunfo de la revolución socialista en el país (29 de noviembre de 1920) y los años inmediatos al triunfo en la Gran Guerra Patria contra la Alemania nazifascista (9 de mayo de 1945).


En esos años, difíciles por demás, con un país en condiciones muy por debajo a las que heredó la Armenia capitalista de la Armenia socialista, los sucesivos gobiernos de Armenia Soviética no sólo lograron repatriar a cientos de miles de armenios que lo habían perdido casi todo durante el genocidio -muchos viviendo en campos de refugiados o en condiciones inhumanas en distintos países, principalmente, de Medio Oriente y Europa-, sino que los recibían brindándoles una vivienda, trabajo, educación gratuita en todos los niveles para sus hijos -desde la guardería hasta la universidad o nivel terciario-, y un sistema de salud público -y también gratuito- para todos. Casi nada, ¿no?


Seguramente hubo errores organizativos, incluso algún que otro dirigente que no entendió de qué se trataba y “aprovechó la volada” como sucede en cualquier rincón del planeta. También algunos de quienes eran repatriados no se adaptaban a la nueva vida y preferían convivir con el sueño eterno del “paraíso capitalista”, aunque sus condiciones de vida en esas otras sociedades rozaran la pobreza y tuvieran que lidiar con todas las trabas y las desigualdades naturales del capitalismo. Pero ni una cosa ni la otra eran, ni son, particularidades armenias o del proceso de repatriación de Armenia Soviética, sino que son situaciones que se repiten a lo largo y ancho del planeta y desde que el ser humano se organizó en sociedades.


Salvo honrosas excepciones, que intentan analizar el proceso contextualizándolo en la época y otorgándole el verdadero significado que tuvo para el renacimiento nacional y social del pueblo armenio, están los que todavía insisten en hacernos creer que todo lo sucedido en los setenta años de existencia de la Armenia Soviética fue malo, antinacional, producto del totalitarismo salvaje soviético y perjudicial para los intereses del pueblo armenio y de la armenidad toda.


Todas mentiras que se caen por su propio peso. Sólo basta recorrer esos setenta años, ver desde dónde se partió y cómo, y comprobar a dónde se llegó, para darse cuenta que fue el socialismo la mejor experiencia vivida por el pueblo armenio, la única que le permitió alcanzar niveles impensados e inigualables de desarrollo y progreso colectivo en un lapso de tiempo tan corto y, muchas veces, en condiciones por demás desfavorables.


Al triunfar la revolución socialista en Armenia, las condiciones internas y externas del país eran extremas. Turquía había avanzado y logró firmar con las autoridades del Partido Tashnagtsagán de la primera república, el trístemente célebre Tratado de Alexandrapol, que dejaba un país de tan sólo nueve mil kilómetros cuadrados y atado de pies y manos al arbitrio otomano-kemalista. Las potencias occidentales y las fuerzas antisoviéticas seguían intentando ahogar al bebé -el socialismo naciente en Rusia y la región- en la cuna, y la agredían militarmente desde los cuatro puntos cardinales. El hambre y las epidemias hacían estragos, no había trabajo y las clases pudientes y los terratenientes se llevaban todo lo que podían y lo que no, lo quemaban y destruían. Entre 200 y 300 mil armenios, que habían logrado sobrevivir a la barbarie panturquista y al genocidio, se encontraban totalmente desamparados y tácitamente amontonados en los espacios públicos y las calles, y decenas de miles de huérfanos eran atendidos en orfelinaros, hogares de cuidado y hospitales.


En un país con estas condiciones asumió el poder el gobierno revolucionario encabezado por los comunistas armenios. Y no sólo no utilizaron “la pesada herencia” recibida como excusa ni para llenarse los bolsillos y hacer negocios particulares, sino que en un par de años ya habían logrado erradicar muchas de las calamidades que azotaban al pueblo.

Vale agregar que a pesar de esas difíciles condiciones, en esos primeros años de la década del veinte del pasado siglo, el gobierno de la Armenia Soviética, liderado por Alexander Miasnikian, organizó la repatriación de más de 42 mil armenios provenientes mayoritariamente de Turquía, Irak, Siria, Líbano, Grecia, Bulgaria y Francia, y también la de cientos de médicos, arquitectos, músicos, pintores, docentes, obreros especializados y trabajadores del Estado, que vivían y trabajan -en su mayoría- en otras repúblicas y regiones.


Acudieron al llamado de Miasnikian para participar del proceso de renacimiento nacional y social de Armenia, particularmente en los frentes de la educación y la cultura, hombres y mujeres de la trascendencia de Mardirós Sarian, Alexander Tamanian, Romanós Melikian, Mikael Hovhannisian “Nar-Tos”, Shushani Kurkhinian, Hakob Manantian, Leo, Hrachia Acharian, Grigor Khapantsian, Manuk Apeghian y Torós Toramanian, entre otros.


Una historia que merece ser conocida por todos y por eso continuaremos con ella en sucesivas notas.


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