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"El reclamo de justicia por el genocidio armenio, más presente después de la guerra de los 44 días"

En un nuevo 24 de abril, las Instituciones Armenias de la República Argentina (IARA) recordaron que "un genocidio que no se reconoce, es un genocidio que continúa".

Marcha de la comunidad armenia contra las agresiones iniciadas por Azerbaiyán en 2020.

Declaración completa de IARA:


Este 24 de abril se recuerda el 106° aniversario del Genocidio Armenio. A diferencia de años anteriores, tanto para Armenia como para los armenios de la Diáspora, esta conmemoración se da en el contexto de las terribles consecuencias de la Guerra de los 44 Días que Azerbaiyán y Turquía lanzaron contra la República de Artsaj, el 27 de setiembre de 2020. La acción bélica se desarrolló en el marco de la crisis global provocada por la pandemia Covid-19, ignorando el llamado del Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, de congelar los conflictos para evitar desastres humanitarios.


El aniquilamiento del pueblo armenio entre 1915 y 1923 -planificado y ejecutado por el Imperio Otomano y negado por Turquía, Estado heredero del Imperio Otomano- es un acontecimiento de la centuria pasada. No obstante, la Guerra de los 44 Días reveló cuán vigente es aún su amenaza.


Después de la trágica derrota que sufrió Armenia y la ocupación del 70 por ciento del territorio histórico de Artsaj, Azerbaiyán no ha dejado de presionar militarmente para anexar porciones de la región de Siunik, en el sur de Armenia. Además, el agresor rechaza la devolución de prisioneros de guerra, violando los términos de la declaración tripartita que firmó el 9 de noviembre y expone su inhumanidad sin disimulo ni temor a sus consecuencias.


Los paralelos entre 1915 y 2020 son más que obvios:


- En 1915, el Estado turco aprovechó el contexto de la Primera Guerra Mundial. El año pasado, Azerbaiyán –un Estado autoritario a cuyo frente está la familia Aliyev desde hace casi treinta años- atacó Artsaj en plena pandemia.


- Durante el Genocidio Armenio de 1915-1923, los perpetradores adoptaron políticas premeditadas de asesinatos en masa, deportación, conversiones religiosas forzadas, raptos de mujeres, niños y violaciones. Durante la Guerra de los 44 Días, frente a la mirada indiferente del mundo, Azerbaiyán y Turquía utilizaron armas letales contra la población civil y capturaron prisioneros armenios sin la más mínima consideración de sus derechos. Incluso, a pesar de los meses transcurridos, muchos de ellos aún esperan su liberación.


- En ambos casos, el fin era/es terminar con la presencia armenia en la región. Ciento seis años atrás, el Genocidio se concibió en el contexto del plan panturquista de expansión territorial hacia Asia Central y de limpieza étnica y religiosa de pueblos y minorías no-turcas. En vísperas de la Guerra de los 44 Días, y con la exigencia de una conexión territorial entre Turquía y Azerbaiyán en la región sureña de Zanguezur, el panturquismo recupera su vigencia a costa de la supervivencia de Armenia.


- La expresión “los que restan de la espada”, que suele utilizar el presidente turco Recep Tayyip Erdoğan para referirse a los armenios y a las minorías cristianas masacradas a comienzos del siglo XX, prueba no solo que acepta que hubo una masacre de armenios, sino –y peor aún- que estos siguen estando en la mira del gobierno turco, incluso aquellos que están más allá de sus fronteras. Azerbaiyán, imitando a su mentora Turquía, a la que está unida por pertenecer a la misma etnia túrquica, sabe que no basta con la desaparición física de los armenios, sino que el genocidio se completa con la reescritura de la historia.


- Así como Turquía eliminó los rastros del patrimonio cultural armenio, también lo hizo Azerbaiyán en Najicheván y en los territorios que ocupa desde el año pasado en Artsaj. Ahora sostiene que las iglesias e inscripciones armenias en los monumentos históricos no son armenias sino albanas, pueblo minoritario antepasado de Azerbaiyán.


Para los descendientes de armenios, esta nueva recordación del 24 de abril es más traumática que en otros años, en los que se demandaba el reconocimiento del genocidio. En esta oportunidad, luego de la guerra de 2020, preocupa la evidencia de que Turquía, gracias a la mediación de Azerbaiyán, viene a terminar el trabajo que comenzó en 1915. Por esta razón, la demanda de justicia por el Genocidio, su reconocimiento y reparación, debe ser más fuerte. Es inaceptable tolerar el negacionismo en todas sus formas.


“Cuando hay justicia sobre el pasado, un pueblo empieza a creer en la posibilidad de una justicia sobre el presente y sobre el futuro”, dijo el canciller Felipe Solá el 16 de abril en la presentación de la candidatura argentina al Consejo de Derechos Humanos de la ONU para el período 2022-2024. En el pasado, no hubo justicia por el Genocidio Armenio y varios Estados vislumbraron la posibilidad de que quedaran impunes los actos genocidas.


Para los armenios, la posibilidad de que haya justicia por el Genocidio de 1915 abre el camino de superación de la derrota del año pasado, con la esperanza de un futuro con paz duradera, justicia y libre de nuevas amenazas de genocidios.


Un genocidio que no se reconoce, es un genocidio que continúa.





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