El ejemplo de los veinte revolucionarios hnchakian
El 15 de junio de 1915 en Estambul, fueron asesinados los máximos dirigentes Partido Social Demócrata por el imperio otomano. "Solo pueden colgar nuestros cuerpos, pero no nuestras ideas".
Un día como hoy pero de 1915, en la plaza Sultán Bayazid de Estambul, fueron ahorcados los veinte máximos dirigentes del Partido Social Demócrata Hnchakian, partido marxista que desde su fundación, a fines de la década de los 80 del siglo XIX, luchó por la libertad y el socialismo.
Ese día, en una plaza donde se mezclaban fanáticos fascistas con sed de sangre y desgarrados hombres y mujeres que iban a darle el últimos adiós a sus camaradas, aquellos inmortales veinte revolucionarios que no dudaron ni siquiera en ese momento sobre la razón de su lucha y de su vida.
“Podrán colgar nuestros cuerpos, pero no nuestros ideales. Mañana, en el horizonte, hacia el Este, verán nacer la Armenia Socialista, y aquí, donde hoy se mecen las horcas, caminará la libertad”, dijo Mateos Sarkisian, conocido como "Paramaz", antes de que los verdugos lo acallaran.
“Nosotros veinte caminamos hacia la horca, pero detrás nuestro vendrán veinte mil”, aseguró Bedrós Torossian, mientras esperaba la muerte. Y así fue. La Armenia Socialista, renacida, libre, pujante y victoriosa, fue el hogar de aquellos que sobrevivieron, de muchos “veinte mil” que lo habían perdido casi todo.
Ellos, luchadores, revolucionarios y verdaderos dirigentes populares, les pusieron el cuerpo, la vida a sus ideales, a sus convicciones, a lo que pregonaban. Su ejemplo trasciende lo armenio y lo particular de una identidad partidaria. Para quienes la vida es luchar todos los días para hacer de nuestras sociedades y del mundo un lugar para todos, sin explotadores ni explotados, con paz, amistad y solidaridad entre los pueblos, los veinte héroes hnchakian son la demostración palpable de que no todos tienen precio y de que no todo en esta vida se compra y se vende.
Demostraron que su único compromiso era con su pueblo, con los explotados y con la lucha por su liberación nacional y social, y lo pagaron con sus vidas. Mientras otros negociaban incluso con los verdugos del pueblo, ellos, casi en soledad, habían decidido arriesgarse para acabar con quienes eran los responsables directos de la desgracia, el dolor y el sufrimiento del pueblo.
Un judas, varios, traicionaron a los revolucionarios y en pocos meses fueron arrestados. Pasaron meses detenidos en condiciones inhumanas hasta que fueron sentenciados a la horca, a la muerte.
Pero no se fueron, están entre nosotros y lo estarán siempre, en cada uno de nuestros actos y nuestras acciones cotidianas, porque ellos sobrevivieron la muerte en cada uno de quienes hicieron posible el 29 de noviembre de 1920 y el renacimiento de Armenia. Están en quienes hoy, en Turquía, retoman aquella lucha que algunos pensaron que terminó en la horca. Viven en cada colectividad de la diáspora y en cada persona que decide ofrendar su vida a la lucha por un mundo mejor.
Ellos, socialistas de verdad (para diferenciarlos de la mayoría de quienes hoy integran la internacional socialista, que no son más que capitalistas disfrazados de corderos), revolucionarios, merecen ser recordados y homenajeados siempre. Y para ello, las nuevas generaciones deben saber sus nombres, quiénes eran.
Mateos Sarkisian, conocido como Paramaz; Hagop Kazazian, Bedrós Torossian (Dr. Benné), Rupén Garabedian (Vahán Boyadjian), Minás Keshishian, Smpat Keledjian, Apraham Muradian, Aram Achekbashian, Gurguén Boghosian, Hrant Yegavian, Boghós Boghosian, Hagop Basmadjian, Vahán Tovmasian, Yeremia Mananian, Mgrdich Yeritzian, Kegham Vanikian, Yervant Topuzian, Hovhannés Yeghiazarian, Karnig Boyadjian y Armenak Hampartzumian.
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