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Es tiempo de no cometer errores

En un momento crucial para el futuro de Armenia, habría llegado a Ereván el director de la CIA y el gobierno sigue el coqueteo con Occidente. ¿Pagarán su culpa los traidores de ayer y hoy?

Mini-Pentágono: así se denomina al edificio de la Embajada de EE.UU. en Ereván

Por Adrián Lomlomdjian


Estados Unidos, Europa y la OTAN intentan por todos los medios abrir un nuevo frente contra Rusia en el Cáucaso Sur y, para ello, no escatiman ningún paso. ¿El objetivo? Apretar aún más el anillo que rodea a quien consideran “su principal enemigo” y concretar su anhelo de décadas.


El actual gobierno armenio encabezado por Nikol Pashinian no sólo no cambió los trazos generales de la política interna y externa de los gobiernos que lo antecedieron (los liderados por Levón Ter Petrosian, Robert Kocharian y Serzh Sargsian), sino que intenta día a día profundizar aún más el giro hacia Occidente, entregando cualquier atisbo de soberanía e independencia que pudo haber existido en las últimas tres décadas, si es que algo de eso hubo…


Mientras coquetea con Estados Unidos y Europa, le exige fidelidad y determinación a Rusia para defenderla. Mientras se sienta con Turquía y Azerbaiyán para negociar la paz y para restablecer relaciones sin que las distintas partes que conforman la armenidad estén al tanto de las condiciones y propuestas generales que guían su accionar, critica públicamente y a través de los medios que le responden cualquier encuentro ruso-turco o ruso-azerbaiyano. Mientras Rusia le hace frente a las sanciones occidentales y lucha contra los nazis ucranianos defendiendo el derecho de los pueblos del Donbass a su autodeterminación (situación similar a la del pueblo de Karabaj), las autoridades de Ereván viajan permanentemente a Washington y Bruselas, y le bindan la bienvenida a cuanto funcionario y lobista occidental ande dando vuelta por el país. Critican al embajador ruso en Bakú por haber visitado Shushí en la fiesta religiosa musulmana, pero reciben en Ereván al director de la CIA luego de que Estados Unidos firmara con Israel el “Tratado de Jerusalén”, que no es otra cosa que una declaración de guerra a los países que no responden las directivas yanquis.


Debemos mantenernos alertas y reflexionar mucho antes de decir y hacer, ya que como venimos sosteniendo desde estas páginas, Armenia está al borde del precipicio. Porque desde las primeras décadas del siglo veinte, la seguridad del pueblo y su existencia como Estado jamás estuvieron tan en peligro como ahora.


Con total liviandad se siguen repitiendo frases y consignas pasadas, tratando de azuzar viejos sentimientos de odio y rechazo hacia enemigos creados como Rusia, la Unión Soviética y los bolcheviques/comunistas, cuando la historia misma nos ha demostrado cuál fue el único período seguro y de desarrollo pacífico de Armenia y su pueblo: los 70 años de socialismo, mientras formó pate de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Allí, durante esa etapa, se produjo un verdadero renacimiento nacional y social de los armenios.


Incluso, haciendo gala de un chauvinismo xenófobo y discriminación extrema, se denomina "Pashoglu" a Pashinian, como si la identidad turca fuera de por sí sinónimo de enemigo de Armenia y los armenios.

Nada más alejado de la verdad y el intento continuo, no sólo de presentar la historia de manera parcial y sesgada, sino de tratar de poner sobre todo un pueblo las responsabilidades de un Estado fascista y genocida. Ni hablar de la abstracción que hacen algunos sectores políticos armenios al momento de analizar el rol de los alemanes, británicos, franceses, norteamericanos y sionistas durante el genocidio y el nacimiento de la república.


Hoy, quienes condujeron al país hasta la actual situación caótica (podríamos decir, muy cercana a la disgregación nacional), no sólo no aportan soluciones para sacarlo de la crisis, sino que suman angustia e inseguridad proponiendo –entre otras cosas- sacar la base militar rusa de la frontera con Turquía (que está allí desde hace más de un siglo), cambiar el contingente militar ruso para la paz estacionado en la frontera entre Karabaj y Azerbaiyán por uno de Naciones Unidas, y convertir a Armenia en un protectorado de Estados Unidos en el Cáucaso Sur (esto último lo sostuvo el ex Embajador de Armenia en Canadá, Ara Papian).


¿Son locos? ¿Viven una realidad paralela? No, en absoluto. Simplemente cumplen las órdenes de sus amos, de quienes sostienen financieramente sus actividades en Armenia enviándoles dólares y euros. Jamás les importó el Estado, la república, ni la gente, sólo hacer bien los deberes.


Libertad, independencia, patriotismo, territorio, unidad, armenidad, causa armenia y otras consignas repetidas una y mil veces, son sólo simples palabras y medios para lograr objetivos sectoriales y personales.


Se habla de una poderosa diáspora de siete millones de armenios o más, dispuesta a todo por Armenia y Artsaj, pero las fronteras con Azerbaiyán y Turquía, además de los ciudadanos de Armenia, la custodian los militares rusos. Ni yanquis, ni europeos, ni armenios diaspóricos: rusos.

El futuro de Armenia no es la voluntad de quienes vivimos, pensamos y actuamos fuera de ella, sino de quienes la construyen a diario. Nosotros podemos aportar ideas, sumar al debate y contribuir a través de la acción concreta, pero siempre teniendo en cuenta los intereses de Armenia y su gente, siempre sabiendo que Armenia está en el Cáucaso Sur y no en París, Los Ángeles, Buenos Aires, San Pablo o Nueva York. No somos nadie para imponerles a ellos los intereses de nuestros países de residencia.


Para que se entienda, acá limitamos con países hermanos como Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y Chile. Allá limitan con Turquía, Azerbaiyán, Georgia e Irán (único país fronterizo aliado). Y por suerte está muy cerca el principal aliado estratégico de Armenia: Rusia.


Sumemos nuestra actividad al fortalecimiento de Armenia, aportemos al desarrollo de las distintas esferas que hacen a la vida de su pueblo, a su bienestar y a su seguridad.


Simplemente miremos la historia no tan lejana y tratemos, colectivamente, de no repetir errores.

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