Las cartas están echadas

La crisis política interna existente en Armenia le permite a Nikol Pashinian, a pesar del escaso apoyo popular del que goza, avanzar en su proyecto pro-occidental, que beneficia directamente al panturquismo.

Por Adrián Lomlomdjian

Mientras Armenia destruye -a cambio de nada o de repetidas falsas promesas- su alianza estratégica con Rusia, fundamental durante los últimos tres siglos para garantizar su existencia y la creación de la república -y su posterior supervivencia hasta nuestros días-, Bakú y Ankara continúan haciendo gala de una diplomacia, que basada en el poderío económico y militar del que gozan, logra mantener a sus países a salvo y en equilibrio dentro de la actual coyuntura internacional marcada a fuego por Rusia y China, de un lado, y Estados Unidos y Europa del otro.

Como todos los gobiernos, los de Aliyev y Erdogan tienen objetivos a cumplir, que desde siempre estuvieron claros para ellos. Además, entendieron la realidad, fueron concientes de sus propias fuerzas y actuaron de acuerdo a ello, sin precipitarse, sin cerrarle la puerta a nadie, tomando de cada quien lo que les convenía, buscando siempre favorecer a sus países y, obviamente, a sus intereses personales y de clase, y a los de los grupos de poder político y económico de los que forman parte.

Por eso, por ejemplo, a pesar de la tradicional enemistad con Rusia, Erdogan supo que para jugar en las grandes ligas precisaba de su “eterno rival” y así fue construyendo un “entendimiento” con Moscú, que transformó a su país de simple representante de Occidente en la región, a ser protagonista y tener peso propio a la hora de proyectar acuerdos y tomar decisiones.

En cualquier conflicto regional -Libia, Siria, Karabaj, Palestina, Afganistán, repúblicas asiáticas-, Turquía ya tiene su silla en la mesa de negociaciones, sin tener que esperar el “visto bueno” de sus aliados y Occidentales. Incluso, muchas veces se ha dado el “gusto” de tomar decisiones que no son del agrado de sus socios o que son contrarios a los intereses del Occidente colectivo.

Como contracara tenemos al actual gobierno de Pashinian, que llegó al poder hace cinco años a través de un Golpe de Estado institucional patrocinado por Estados Unidos y la Unión Europea, llevó a Armenia y su pueblo a una situación inimaginada para la gran mayoría, poniendo en riesgo su seguridad y la existencia misma del Estado soberano.

La derrota en la guerra, el abandono y la desaparición de Nagorno Karabaj como sujeto de derecho internacional (aunque sea de facto), son las consecuencias lógicas de una política de entrega bien diseñada, que a pesar de estar plagada de traiciones, no logró ser neutralizada ni desde la oposición interna ni desde sectores externos perjudicados por ella, ya sea porque no quisieron, no pudieron o no supieron cómo hacerlo.

El anti-rusismo militante de Pashinian y los sectores que lo llevaron al poder, no pudo pasar desapercibido para nadie, ya que era evidente y conocido, desde siempre, para quienes somos, como nosotros -desde lejos- meros espectadores de la realidad que a diario se construye en esa región del planeta.

Situándonos en aquellos años y tomando en cuenta las situaciones generadas en Ucrania, Georgia, varias repúblicas de Europa de Este (“revoluciones de colores”) y en los países árabes (“primaveras árabes”), no haber logrado visibilizar los verdaderos objetivos de “la revolución de terciopelo” liderada por Pashinian, resulta casi que imperdonable para las fuerzas patrióticas de la región y para países como Rusia, China e Irán, que intentan contener el avasallamiento a las libertades, derechos e identidades, que significa la avanzada de Occidente (Estados Unidos-Gran Bretaña-Unión Europea-OTAN).

Pero nunca es tarde ni para el pueblo de Armenia, ni para Artsaj, ni para los pueblos de la región, que siguen luchando para poder vivir en paz y tener la oportunidad de poder construir sociedades justas e igualitarias, respetuosas de la diversidad, donde puedan desarrollar plenamente sus culturas y todo lo que hace a sus identidades nacionales, conviviendo fraternalmente con sus vecinos.

“Estados Unidos y sus aliados han lanzado esfuerzos a gran escala para socavar la situación en los países de la ex Unión Soviética y destruir los formatos de integración existentes: la CEI (Comunidad de Estados Independientes), la UEEA (Unión Económica Euroasiática), la OTSC (Organización del Tratado de Seguridad Colectiva) y la OCS (Organización de Cooperación de Shangai)”, afirmaba en la reciente reunión mantenida en Bakú con sus colegas de las ex repúblicas soviéticas el director del FSB de Rusia, Alexander Bortnikov, en la reunión del Consejo de Jefes de Agencias de Seguridad y Servicios Especiales (SORB).

Entre los métodos para socavar, mencionó el trabajo de los servicios de inteligencia occidentales, de las organizaciones no gubernamentales y de los medios de comunicación para incitar al odio étnico y religioso, e instigar conflictos armados, creando las condiciones previas para crisis políticas y escenarios de revoluciones de color. También habló de la radicalización de los jóvenes y otros sectores vulnerables de la sociedad, que se convierten en "entorno nutritivo" para grupos extremistas y terroristas, y son arrastrados a subculturas que promueven la violencia y valores falsos, y muchos terminan uniéndose a las filas mercenarias en distintos conflictos armados o se incorporan a asociaciones de hackers, que llevan a cabo actividades subversivas en el ciberespacio.

Alexander Bortnikov alertó sobre la participación activa de los servicios de inteligencia estadounidenses y británicos en la creación de un "cinturón de inestabilidad" en Afganistán, cerca de las fronteras del sur de la CEI (Comunidad de Estados Independientes, ex URSS), donde se están fortaleciendo los grupos Al-Qaeda y Estado Islámico, prohibidos en el Federación de Rusia.

Claro que mientras hay quienes piensan en “blindar” la región ante la cada vez más virulenta y agresiva campaña occidental contra Rusia, Pashinian y su gobierno en pleno siguen dando señales de que está dispuesto a defender “a capa y espada” el rumbo elegido, que podemos sintetizarlo en: enemistad con Rusia, alianza con Estados Unidos y la Unión Europea, amistad con Turquía y Azerbaiyán.

Estas son algunas de las frases dichas por el primer ministro armenio Nikol Pashinian durante la entrevista concedida ayer a la Televisión Pública de Armenia:

-“Se ha registrado que la Unión Europea está dispuesta a profundizar las relaciones con Armenia, tanto como Armenia está preparada para esto. Y este es uno de los resultados positivos de mi visita a Granada".

-“En Granada se registró que la Unión Europea y Estados Unidos expresaron su disposición a brindar asistencia a Armenia para resolver los problemas humanitarios de los refugiados de Nagorno-Karabaj. Y este es otro resultado positivo de la visita”.

-“Estas son tropas de paz de la Federación Rusa en Nagorno-Karabaj. Si se van, deben regresar a Rusia”.

-“La República de Armenia está dispuesta e interesada en abrir la comunicación regional. ¿Estamos preparados para abrir nuestras carreteras hacia Azerbaiyán y Turquía? Sí, estamos preparados”.

-“De hecho, ahora existe un nivel de escalada muy bajo, casi nulo. Por el momento no tenemos ninguna acumulación de tropas en la frontera ni por nuestra parte ni por Azerbaiyán, no hay tensión en la frontera”.

Las cartas están echadas. Si triunfa la política llevada adelante por el gobierno de Pashinian, el futuro de Armenia y de su pueblo será más parecido al de principios de siglo, que al disfrutado durante la segunda república, la que nació el 29 de Noviembre de 1920, la República Socialista Soviética de Armenia.