Los refugiados de Karabaj se enfrentan a la incertidumbre y la pobreza en Armenia

Si bien el gobierno de Armenia asignó una partida extraordinaria para ayudar a los más de cien mil refugiados y que internacionalmente llegan toneladas de productos y vestimenta de primera necesidad para satisfacer las demandas primarias de los karabajíes, aún son miles los que atraviesan necesidades básicas y viven en la precariedad.

Redacción NOR SEVAN

La agencia internacional de noticias Reuters publicó una nota sobre la situación de los refugiados de Artsaj en Armenia.

El artículo, en particular, describe la historia de Elada Sarkisian, quien se convirtió en refugiada por tercera vez en su vida. Primero, tuvo que huir de la capital de Azerbaiyán, Bakú, tras el colapso de la URSS, y luego, tras la guerra de 44 días en Artsaj y la limpieza étnica en septiembre de 2023.

“Ella, al igual que los otros 120 mil armenios étnicos, soportó un bloqueo azerbaiyano de nueve meses y se negó a creer la afirmación de Bakú de que sus derechos como ciudadana azerbaiyana serían protegidos”, dice el artículo.

Ahora vive temporalmente en una guardería abandonada junto con otros 67 refugiados de Karabaj.

“Es muy difícil para las personas que abandonaron sus hogares por primera vez. Ellos están llorando. Pero, incluso en este caso, lo afrontarán tal como lo hacemos nosotros”, dice Sarkisian.

Cabe señalar que la ciudad de Masis, con una población de 20 mil habitantes, ha recibido desde septiembre a unos 8.000 refugiados de Karabaj. Muchos de quienes ahora se encuentran en Masis no tienen nada, ya que huyeron apresuradamente de sus hogares y granjas en aldeas remotas de Karabaj cuando Azerbaiyán lanzó una ofensiva militar el 19 de septiembre.

Por ejemplo, Alina Harutiunian, de 34 años, salió de su aldea, junto con decenas de personas más, en la parte trasera de un camión perteneciente a uno de sus vecinos. Ahora ella, su marido y sus cuatro hijos viven en una habitación en la planta baja de una biblioteca abandonada. El gobierno armenio les proporcionó dos camas y un pago único de 100.000 drams (unos 250 dólares), pero su vivienda no tiene servicios públicos y está equipada sólo con mesas y sillas para niños.

“Antes teníamos un televisor. Ahora, cuando los niños quieren ver algo, nos reunimos todos alrededor de un teléfono móvil”, dijo Alina.

El recuerdo del asesinato en masa de armenios por parte de los turcos otomanos durante el genocidio armenio, como resultado del cual la población armenia de Turquía fue prácticamente destruida, está profundamente arraigado en la memoria popular de muchos armenios. Muchos refugiados temen tener que mudarse nuevamente.

A unos 150 kilómetros al norte, 10 miembros de la familia Gasparian, procedentes de la capital de Karabaj, viven en un apartamento alquilado de tres habitaciones en las afueras de Vanadzor, la tercera ciudad más grande de Armenia. Como muchos otros refugiados, tuvieron dificultades para encontrar trabajo en Armenia.

Alvina, una abuela de 65 años, se convirtió en el principal sostén de la familia y gana un poco de dinero vendiendo “zhengyal hatsa” casero (pan plano relleno de hierbas), que es uno de los platos principales de los armenios de Karabaj. “Como ahora no tenemos otros ingresos, sólo nos alcanza para el pan”, dijo su nuera, Nariné.

La voluntaria y trabajadora social Liliya Abrahamian se ha encargado de ayudar a algunos de los 2.600 refugiados en Vanadzor. Cada diciembre, ella recoge cartas de 300 niños pobres pidiendo regalos de Navidad y dinero para comprarlos. Este año recibió otras 200 cartas de niños refugiados de Karabaj que viven en Vanadzor. En lugar de juguetes y dulces, algunos le piden a Abrahamian que les de cosas más prácticas para reemplazar las que sus padres perdieron en septiembre. “Uno quiere botas de invierno y el otro un abrigo. El tercero es un horno microondas para su madre. Uno de ellos escribió: No quiero nada, quiero volver a Karabaj. Sabemos que no podemos ayudar, pero tratamos de animarlos”, dijo Abrahamian.