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¿Pashinian cree que Rusia se va o quiere que Rusia se vaya del Cáucaso?

El primer ministro armenio, Nikol Pashinian, sigue dando pasos concretos para romper definitivamente las relaciones estratégicas que unen a Armenia y Rusia.


Redacción NOR SEVAN


El jefe del Gobierno de Armenia, Nikol Pashinian, quien dijo que reconoce a Nagorno-Karabaj como parte de Azerbaiyán y quien a diario le dedica una parte importante de sus declaraciones a golpear al único aliado histórico y estratégico del pueblo armenio, volvió a no dejar pasar la oportunidad para golpear a Rusia.


Ayer, durante un reportaje concedido al diario italiano La República -que fue transmitido en vivo por la TV Pública armenia, aseguró que “Rusia, independientemente de si toma o no medidas en el Cáucaso, se está alejando de la región”.


Una afirmación -otra más, podríamos decir- que carece de todo sustento. Al menos, en cuanto a los compromisos asumidos por Rusia con Armenia a lo largo de la historia y, particularmente, desde la desintegración de la Unión Soviética. Rusia mantiene su presencia tanto en distintos sectores de la frontera entre Armenia y Turquía -con la Base Militar en Leninakán y el Aeropuerto de Erebuní como sus principales bastiones-, como así también en la frontera entre Artsaj y Azerbaiyán. Y nadie puede minimizar la importancia que tiene esta presencia permanente, de más de siete mil militares rusos, para la seguridad física de los armenios que habitan la región.


Pero no conforme con ello, Pashinian insiste en hablar sobre realidades que son palpables para todos y todas, pero nada dice de las causas que llevaron a esta situación actual de crisis casi existencial para Armenia y Artsaj.


Otro ejemplo es el Corredor de Lachin. Según el primer ministro, se suponía que el mismo -como parte de la carretera que une Artsaj y Armenia- estaría bajo el control de las fuerzas de paz rusas, pero "en realidad, no está bajo el control de las fuerzas de paz rusas". Para Pashinian, "puede haber dos razones: o la Federación Rusa no puede o no quiere mantener el control sobre el Corredor de Lachin".


En particular, Nikol Pashinian está "acusando" a las fuerzas de paz rusas de no cumplir con las obligaciones asumidas en la declaración tripartita del 9 de noviembre de 2020 -que significó el fin de la guerra-, donde las partes firmantes (Rusia-Azerbaiyán-Armenia), al reconocer Nagorno-Karabaj como un "territorio en disputa", decidían establecer allí un contingente de paz de Rusia para custodiar la frontera entre Artsaj y Azerbaiyán, y también la ruta Stepanakert-Gorís, que une Artsaj con Armenia.

Muy cínico e hipócrita en sus apreciaciones, Pashinian cuenta a quien quiera escucharlo sólo una parte de la realidad, obviando mencionar, por supuesto, la principal razón que llevó a cambiar esa realidad post-guerra en Artsaj: el reconocimiento del gobierno de Armenia de la integridad territorial de Azerbaiyán, con Karabaj incluido como parte del territorio soberano azerbaiyano.


Parece que para el primer ministro armenio su decisión es "apenas un detalle minúsculo" que ni siquiera vale tener en cuenta.


“Consideramos inadecuado, erróneo e injustificado responsabilizar al contingente ruso para el mantenimiento de la paz en Nagorno-Karabaj por el actual contexto creado", enfatizaba hace una semana atrás la representante de la Cancillería rusa, María Zakhárova, subrayando una vez más que las nuevas condiciones surgieron como resultado del reconocimiento por parte de Ereván y las autoridades armenias de la pertenencia de Artsaj a Azerbaiyán.


Esta verdad, expresada en este caso por la diplomática rusa, no hace mella en la dirigencia armenia, que sigue cumpliendo el rol que le asignara Occidente en esta otra gran puesta en escena dirigida desde Washington y Bruselas.


Pero la gran farsa no concluye allí, ya que el gobierno de Ereván no desaprovecha ninguna oportunidad para "mostrarse preocupado" por el presente del pueblo de Artsaj (Nagorno-Karabaj), que atraviesa una crisis humanitaria producto del bloqueo impuesto por Bakú. Un bloqueo que comenzó inmediatamente después de que Ereván reconociera dicho territorio como parte de Azerbaiyán. Incluso, dándole a Azerbaiyán la oportunidad de exigir la retirada de Karabaj del contingente ruso para el mantenimiento de la paz, ya que ese es su territorio -reconocido por Armenia- y por consiguiente, lo que allí suceda son cuestiones internas.


Y así lo entiende la comunidad internacional, que responde sólo con declaraciones públicas a la "preocupación de Ereván" por la situación del pueblo de Artsaj. Ninguna medida concreta ni ningún paso en favor de quienes están bloqueados por Bakú desde hace nueve meses, soportando además los sistemáticos cortes de agua, gas y energía eléctrica.


Quienes sí están ayudando al pueblo de Artsaj en el día a día -con lo que pueden y tienen a mano-, son los y las miembros del contingente ruso y de la Cruz Roja Internacional. Unos, garantizando la vida y acompañando el traslado seguro y el reparto de los pocos alimentos que hay (incluso, de aquellos que llegan para los militares), y los otros, llevando semanalmente a decenas de pacientes a hospitales en Armenia para que obtengan una mejor atención, y trayendo a Artsaj algunos medicamentos indispensables.


Lamentablemente, para los pueblos de Artsaj y Armenia esta situación parece continuar su derrotero, evolucionando hacia escenarios cada vez más peligrosos para la seguridad y la existencia misma de los armenios y su Estado.

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Fue fundado en 1999 como continuidad de los periódicos Estrella Roja, Hai Guiank, Hai Mamul, Verelk, Ereván y Seván de la Unión Cultural Armenia. A lo largo de su historia de casi un siglo, la prensa institucional mantuvo la periodicidad, a pesar de las prohibiciones y clausuras sufridas por las dictaduras militares de turno. Hoy, en su formato digital mantiene los objetivos y principios de sus fundadores aportando su granito de arena a la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados, con paz, amistad y solidaridad entre los pueblos.

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