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Seguimos andando...

La Unión Cultural Armenia retoma "la presencialidad" en todas sus actividades, reafirmando convicciones y planteando nuevos objetivos a concretar y desafíos a superar.

Por Adrián Lomlomdjian


Quizás fue un “simple jorovadz” (asado armenio). Pero la situación hizo que para cada uno de nosotros y nosotras -para “Todes”, como gustan corregirme las nuevas generaciones- haya tomado la dimensión de un “gran jorovadz”.


Allí estábamos, en nuestra remodelada -pero aún en obra- sede social, más de cincuenta compañeros y compañeras de la comisión directiva y la JUCA, del KAIANE y de la Orquesta, de los Juveniles y de la Escuela Integral. Estaban los y las de tres añitos y los y las Sub-70. Y todos los que por nuestras edades pertenecemos a las distintas generaciones que nutrieron y nutren a la UCA.


Los casi dos años de pandemia del Covid-19, sumados a los treinta años de pandemia capitalista globalizada con un discurso nefasto, único y dominante a escala mundial, hacen que cada paso hacia adelante que logramos dar lo consideremos legítimamente una verdadera victoria. Pequeñas, pero al mismo tiempo grandísimas victorias, ya que por sobre todas las cosas las logramos sin renegar ni abandonar nuestros ideales, principios y convicciones, sino que por el contrario, lo hacemos recreándolas, debatiéndolas y poniéndolas en crisis, como metodología para reafirmarlas y reafirmarnos en ellas.


Poner en marcha esta inigualable y hermosa maquinaria llamada Unión Cultural Armenia no es nada fácil. Sencillamente, porque no somos una simple institución comunitaria -con casi cien años de existencia- manteniendo, desarrollando y difundiendo la cultura armenia tan lejos de la única y verdadera fuente generadora de armenidad (Armenia). En absoluto.


Fuimos y somos un espacio donde a diario intentamos transformar en realidad los sueños colectivos que nos movilizan y nos mantienen vivos, firmes en la lucha cotidiana. Nuestro mayor desafío es mantener la coherencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos. Entre las paredes de nuestra institución no hay lugar para el egoísmo, la meritocracia, el individualismo en cualquiera de sus facetas o el “sálvese quien pueda”. Es cierto que a lo largo de las décadas y en el presente, estas “cualidades” alentadas por el capitalismo fueron y son exteriorizadas también entre nosotros. Pero rápidamente, y de manera colectiva y fraterna, tratamos de corregir y reencauzar el rumbo de nuestra nave, hacia ese horizonte soñado.


Quizás resulte casi una utopía ver con nuestros propios ojos ese mundo sin explotadores ni opresores, con paz, amistad y solidaridad entre los pueblos, por el que dieron la vida cientos de millones de hombres y mujeres en los cinco continentes, y por el cual seguimos luchando ahora mismo otros cientos de millones. Pero no podrán decir que no lo hemos intentado ni que no seguimos intentándolo hacer realidad en el espacio que nos aglutina, desde donde desarrollamos nuestra lucha y en donde convertimos en realidad ideas, proyectos, comportamientos y formas que pregonamos como alternativas a este sistema cada vez más inhumano, que está conduciendo al planeta a su destrucción.


Y si bien en estos casi dos años jamás se detuvo nuestro día a día, las nuevas formas que nos impuso la pandemia, dejaron en nuestras sociedades consecuencias y “nuevos hábitos” que deberemos superar, enfrentándolas con las mismas convicciones con las cuales les hicimos y hacemos frente a diario a los mil y un embates de sistema dominante.


Porque debemos tener en claro, ante todo, que también la pandemia sirvió para que los grupos concentrados de poder no sólo multiplicaran por cien su dominio político y sus fortunas, sino para que aumentaran el dominio casi total que ejercen sobre la mayoría de la sociedad humana.

La pandemia no nos igualó en la desgracia, como intentaban afirmar algunos cuando todo comenzaba. Tampoco logró sensibilizar a amplios sectores de la humanidad, que están retomando la “habitualidad” con una carga mayor de individualismo, rencor y odio, que se transforman en un verdadero desafío a vencer por quienes sostenemos que “otro mundo es necesario y posible”, y que sabemos que lo haremos realidad nosotros mismos.


El desafío es llegarles a esos millones de seres humanos y recuperar en ellos todas las cualidades que nos permitan sumarlos a lucha por la construcción de un mundo nuevo y distinto, un mundo que valga la pena ser vivido por cada uno de nosotros, y no que siga siendo un sufrimiento cotidiano para las grandes mayorías.


La Unión Cultural Armenia, nuestra institución, nuestra casa común, es el espacio desde donde aportamos nuestro granito de arena a las luchas que libran las distintas identidades contra la opresión, la explotación, el fascismo, la discriminación, el racismo, la injusticia y el chauvinismo, entre otros males que aquejan a la humanidad.


La máquina no se detuvo nunca, pero ahora comenzó a tomar velocidad. Nuevos sueños serán debatidos y convertidos en proyectos, para luego -juntos- transformarlos en hermosas realidades experimentadas por el colectivo institucional.


Vos también tenés un lugar esperándote en la UCA.

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