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El genocidio armenio en el marco de una nueva genealogía

“El modo en que formulamos o nos representamos el pasado modela nuestra comprensión y perspectiva del presente”. Edward Said, intelectual palestino.

Dzidzernagapert: monumento a las víctimas del genocidio armenio

Un problema por resolver… Próximos al cumplimiento del centenario del 24 de Abril de 1915, fecha que simbólicamente señala el comienzo del Genocidio padecido por el pueblo armenio, ejecutado por el Imperio Otomano y la República de Turquía, las conmemoraciones de esta tragedia concitarán la atención de la opinión pública internacional.


En los cinco continentes las víctimas, los sobrevivientes y sus descendientes serán sentidamente homenajeados y acompañados, máxime en aquellos países donde se encuentran arraigadas comunidades armenias, formadas como consecuencia del crimen recordado.

Indudablemente, el centro de las evocaciones será la República de Armenia, donde el Monumento de Dzizernagapert, en la capital Ereván, constituirá el destino de innumerables procesiones que se originarán en distintas partes del mundo.

Delegaciones oficiales de distintos Estados se vincularán con representaciones de las diferentes colectividades, con personas y personalidades de diversas naciones, con longevos supervivientes y noveles herederos de aquellos Mártires; todos recibidos por autoridades y pueblo de la nación armenia, en innumerables y extraordinarios momentos de encuentro.

La emotividad ocupará el centro de las interacciones relegando, sin excluirlas necesariamente, a las imprescindibles reflexiones sustentadas en análisis racionales de los hechos convocantes.

En la Madre Patria se concitarán entonces, intelectuales, funcionarios, religiosos, políticos, empresarios, periodistas, artistas, docentes, trabajadores, en fin, grupos y personas de las más numerosas formaciones, nacionalidades e intereses sociales, portadoras de cosmovisiones diferentes, complementarias o antagónicas, conciliables o incompatibles.

En ese contexto, la afirmación de los hechos históricos, su caracterización como proceso genocida y el reclamo de Justicia constituirán el denominador común de todas las expresiones que se desplieguen. Dicha postura intentará ser desafiada por el Estado turco, que intensificará su política de divulgación denegatoria a medida que se aproximen los citados actos conmemorativos.

Entre los concurrentes a estas jornadas predominarán quienes sostengan posiciones ratificatorias del Genocidio de armenios desde la perspectiva hegemónica, esto es, aquella que interpreta los aciagos hechos sufridos por este pueblo, a partir de principios preponderantemente idealistas. Nos referimos específicamente, a enfoques elaborados desde teorías que afirman la primacía de las ideas o incluso, su existencia independiente de las interacciones socio-económicas mantenidas por los seres humanos. Para nuestro caso, ya sea que se encuentre centrada en representaciones nacionalistas xenófobas, en motivaciones de índole religiosas, en perimidas teorías racialistas, o en una conjunción de todas ellas, esta mirada concentra su análisis en la responsabilidad exclusiva del Estado turco-otomano en la criminalidad desarrollada.

De esta manera, partiendo desde dichos lineamientos, se constituyen propuestas hermenéuticas limitadas, que desatienden la importancia de la avanzada civilizatoria occidental en el sudoeste asiático a la hora de exponer las causas del Genocidio De más está explicitar que este desentendimiento resulta funcional a la disolución de la culpabilidad de las potencias capitalistas europeas y estadounidense, durante la concreción de los crímenes, la falta de enjuiciamiento a los responsables y en la continuidad de la política negacionista que llega hasta nuestros días.

Debido a ello es que evaluamos como imprescindible exponer ante el pueblo armenio en su conjunto, así como frente a quienes se solidaricen activamente con la Justa Causa Humanista que el mismo enarbola, una interpretación sustentada en las causas estructurales desencadenantes de las políticas de exterminio, que responsabilice no solo a aquellos que las pusieron en práctica, sino también a quienes las posibilitaron, usufructuaron y ocultaron su concreción material.

La exposición de esta perspectiva contra hegemónica, en el marco de los actos del centenario, es un problema por resolver para todos los descendientes de las víctimas provocadas por el plan genocida, adherentes a posicionamientos políticos humanistas, anticolonialistas y antiimperialistas. ¿Por qué debemos resolverlo? La revisión de los hechos previos al Genocidio, los sucesos ocurridos en su transcurso y lo acontecido desde aquellos días hasta el presente, no admite mayores dudas. Con independencia del accionar de personas bien intencionadas, de solidarias instituciones de la sociedad civil y aún de adecuadas políticas coyunturales de Estado en el escenario internacional, la situación de la población armenia bajo mandato turco-otomano sirvió a los intereses imperialistas occidentales en la región en tanto excusa intervencionista, legitimada a partir de un relato ficcional centrado en la “protección de las minorías sufrientes”.

El estímulo inicial de las potencias europeas en la segunda mitad del siglo XIX, para con los legítimos anhelos emancipatorios del pueblo armenio, y de otras nacionalidades, bajo el citado dominio turco-otomano, debe inscribirse en el marco de la llamada Cuestión Oriental. Esto es, la forma en que británicos, franceses, germanos y austro-húngaros se repartirían áreas de influencia y territorios ante el inminente desmembramiento del Imperio Otomano.

El posterior desentendimiento de los Estados triunfantes ante la suerte de los desdichados armenios occidentales, trascurrida ya la Primera Guerra Mundial y aún con masacres en curso, se evidencia en el breve camino que lleva desde las promesas del Tratado de Sevres (agosto de 1920) al olvido del Tratado de Lausana (julio de 1923). El avieso círculo de la manipulación se extiende con la posterior alianza estratégica con el Estado Genocida y el sostenimiento de las políticas negacionistas que el mismo impulsó.

En este sentido, la “estratagema humanitaria” como recurso para la injerencia en asuntos internos de otros Estados o en conflictos extra regionales, no había empezado ni culminó en el caso de los armenios, sino que continuó siendo esgrimida en distintos lugares durante el transcurso del siglo pasado, y permanece aún vigente. Las mismas potencias coaligadas, ahora con mayor protagonismo estadounidense, intervienen en cuestiones domésticas de otras naciones, agreden a pueblos, ocupan territorios y expolian recursos naturales todavía en el presente, con similares argumentos, supuestamente protectores de minorías o poblaciones oprimidas por gobiernos despóticos.

Sirva a modo de ejemplo, solo algunos casos en los pocos años trascurridos en esta centuria, con independencia de sus particularidades: las invasiones a Afganistán, Irak, Libia, Costa de Marfil y Haití, el incesante hostigamiento a los gobiernos de Siria, Irán, Corea del Norte, Cuba y Venezuela y la opresión que lleva décadas hacia el resistente pueblo palestino.

Debido a lo expuesto, resulta imperiosa la re significación del rol de las países euro-occidentales en la tragedia de los armenios, máxime si la misma se explota con la finalidad de fortalecer una perspectiva no solo exculpatoria sino, hipócritamente, como medio para incrementar un capital simbólico que las erija en defensoras de los valores humanistas que asiduamente avasallan.

Conjuntamente a los responsables del Estado turco-otomano, en las conmemoraciones del centenario del Genocidio deben presentarse en un plano central a quienes asesoraron, se asociaron, financiaron y protegieron a dicho Estado, esto es, las burguesías imperiales europeas y, luego, la estadounidense.

En caso de no hacerlo, sea por convicciones ideológicas, por intereses relacionados a la esfera política, por centralizar la mirada en la responsabilidad turca o por el motivo que fuera, permitiremos nuevamente que los representantes de las potencias imperiales y los intelectuales orgánicos de sus clases dominantes, continúen manipulando la memoria de los mártires armenios. Sin dar cuenta del compromiso histórico correspondiente, sumarán de esta manera unas “monedas” al capital cultural que utilizan en la persistente agresión a pueblos americanos, africanos y asiáticos en el presente.

Denunciar esta matriz que sostiene percepciones distorsionadas del papel de los Estados euro-occidentales, funcionales a la rapacidad de sus burguesías monopolistas, significa develar la complicidad de estos mendaces actores en el Genocidio de armenios y tantas otras agresiones sobre el resto de la Humanidad. Esta es la tarea por realizar con el objeto de honrar a nuestros Mártires. ¿Para qué debemos resolverlo? Deconstruir este ardid occidental constituye una tarea indelegable en términos de nuestra responsabilidad. Al mismo tiempo, conforma un aporte a la deslegitimación política y cultural de las potencias imperiales que se han auto adjudicado una “misión civilizatoria de carácter universal”, consistente en la imposición de sus intereses materiales, en desmedro del bienestar del conjunto de los pueblos de la humanidad.

Asimismo, en el contexto de los actos conmemorativos, consideramos que resulta fundamental exponer nuestra interpretación respecto a las causas que producen los crímenes de Genocidio y de Lesa Humanidad. Siendo concebidos y desarrollados desde los albores del capitalismo, son ejecutados por el terrorismo de Estado del orden burgués, a modo de continuidad de sus políticas de represión que, en un momento dado, adquieren caracteres demenciales cuando los sectores dominantes se sienten inseguros de la aplicación de sus variadas políticas de sometimiento y opresión de los pueblos. ¿Por qué nosotros? Cuatro atributos confluyentes nos transforman en el colectivo a cargo de esta tarea de re significación histórica. A saber:

1) El carácter de descendientes directos de las víctimas e integrantes de las comunidades armenias constituidas a partir de la consumación del Genocidio.

2) La adhesión a principios ideológicos de real humanismo, que rechazan toda organización de las sociedades humanas basadas en el lucro individualista, el egoísmo antisocial y el derecho del más fuerte, es decir, en la explotación del hombre por el hombre. En contraposición, sostenemos la preponderancia de los intereses colectivos, los lazos solidarios y la igualdad de todas las personas y naciones del mundo en lo atinente a sus derechos. En línea con estas premisas, comprendemos la necesariedad de promover de la Paz y la Amistad entre los Pueblos, tendiendo puentes particularmente hacia los sectores del propio pueblo turco que reclaman su emancipación social.

3) La particular perspectiva que nos otorga percibir el mundo desde Sudamérica, un subcontinente en rebeldía, que busca su definitiva independencia luego de siglos de subordinación hacia potencias extranjeras, dotados de un profundo espíritu democrático, anticolonialista y antiimperialista.

4) El hecho de formar parte del pueblo argentino que, a partir de la tarea de sus vanguardias morales compuestas por los organismos de Derechos Humanos, lucha desde hace más de tres décadas por la Memoria, la Verdad y la Justicia con inquebrantable voluntad, en forma absolutamente pacífica y alcanzando logros inestimables que enaltecen la Condición Humana.

Esta pertenencia explica que haya sido en nuestro país donde un grupo de destacados integrantes comunitarios concibiera la posibilidad de avanzar en los Juicios por la Verdad, tomando el modelo implementado hacia fines de la década de los noventa, con respecto a los responsables del Terrorismo de Estado perpetrado en la Argentina, protegidos por esos años por las leyes de impunidad.

A partir de esta iniciativa se alcanzó el pronunciamiento de la Justicia Argentina mediante la resolución dictada por el Juzgado Federal en lo Criminal y Correccional nº 5 de esta Capital a cargo del doctor Norberto Oyarbide. Con fecha 1º de Abril de 2011, el inédito fallo aborda la tragedia de nuestros antepasados declarando, con efectos de sentencia definitiva, que los crímenes cometidos contra el pueblo armenio en los sucesos ocurridos en Anatolia, se tipifican como Genocidio y que la responsabilidad de su organización y ejecución es del Estado de Turquía.

Vale destacar como precedentes las distintas Resoluciones del Parlamento argentino, que se plasmaron definitivamente en la Ley Nacional n° 26.199, que declara al 24 de Abril como “Día de acción por la tolerancia y el respeto entre los pueblos”, en conmemoración del Genocidio del que fue víctima el pueblo armenio. ¿Cuál es nuestra propuesta? Atendiendo a lo expuesto, con motivo del Centenario del Genocidio de armenios, nos proponemos explicitar y promocionar nuestra perspectiva, consistente en la afirmación de la existencia del plan de exterminio y de los crímenes cometidos e impulsando el reclamo de Justicia y el debate referido a los alcances de su Reparación, frente a las políticas negacionistas del Estado responsable. Al mismo tiempo, pretendemos dar cuenta de las co-responsabilidades de las potencias imperiales de la época, superando las parciales visiones idealistas y dando paso a perspectivas estructurales de los hechos históricos.

De esta forma, la catástrofe armenia quedará inscripta en una genealogía de los Genocidios y Delitos de Lesa Humanidad superadora de las estrechas representaciones exclusivistas, que acentúan rasgos particulares, con mezquinas pretensiones de monopolizar el carácter de víctimas, en aras de constituirse en “acreedores morales” ante el resto de la Humanidad. Asimismo, avanzamos en la objeción del prolíficamente difundido paralelismo central judeo-armenio, funcional deliberada o involuntariamente a la legitimación de las políticas opresivas que las organizaciones sionistas y el Estado de Israel despliegan contra el pueblo de Palestina desde el comienzo de la colonización de su tierra.

Tal linaje se inicia con los procesos de conquista y colonización europea del mundo a partir del siglo XV. Se perpetúa con las políticas de sometimiento a las naciones dependientes desde mediados del siglo XIX, en el marco de su incorporación al mercado mundial capitalista y el montaje funcional de Estados nacionales que oprimieron y exterminaron también a sus poblaciones originarias y subalternas. Se prolonga en la criminalidad desatada en el contexto de la Segunda Guerra Mundial, ahora sobre las minorías estigmatizadas en el propio territorio europeo. Prosigue en las estrategias de dominación imperial y las políticas de represión de los movimientos de liberación nacional y social, que incluyeron prácticas sociales genocidas, como lamentablemente ocurrieron en nuestro país, el resto de Latinoamérica y el llamado Tercer Mundo, en la segunda mitad del siglo XX. Llega, finalmente, hasta nuestros días en las mencionadas agresiones a los pueblos hostigados e invadidos con cínicas excusas y las crisis humanitarias desencadenadas a partir de la insaciable voracidad de riquezas.

Consideramos que el hecho de afirmar la existencia de diferencias en los procesos históricos no debe implicar la legitimación de pretendidas jerarquizaciones, sustentadas en valías morales disímiles en cuanto al padecimiento de los seres humanos. La genealogía propuesta tiene por objeto establecer conexiones que, reconociendo las distinciones históricas, ofrezcan una matriz interpretativa del despliegue colonial-imperial de las potencias euro-occidentales, con su inherente criminalidad y sufrimiento para los pueblos sometidos.

Haciendo nuestra la frase de un destacado intelectual abocado a la magna tarea de la emancipación humana, aseveramos “en cualquier terreno ya no se trata de imaginar en la propia cabeza los encadenamientos, sino de descubrirlos en los hechos”. Federico Engels, filósofo alemán.

Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 22 de Julio de 2013 Espacio Democrático de Reflexión sobre el Centenario del Genocidio de armenios Comisión Organizadora: Agaya, Carlos; Dokmedjian, José; Hairabedian, Gregorio; Kangal, Gabriel; Lomlomdjian, Adrián; Sivinian, Gabriel; Tchabrassian, Gabriel.

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