El funambulismo estratégico del lobby pro-guerra de la Unión Europea
- Redacción NOR SEVAN
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La última Cumbre de la Comisión Europea en diciembre de 2025 reflejó cómo opera la UE: una falsa estrategia inventando falsas disyuntivas que impiden una verdadera solución política.

Por Isidro López - 25/12/2025
Bien claro lo dejó Von der Leyen antes de la Cumbre sobre la confiscación de los fondos rusos en manos de Euroclear, la cámara de compensación con sede en Bruselas que se encuentra en el corazón de la liquidación global de valores, había poco margen para la disidencia: «Nadie abandonará la cumbre de la UE hasta que se resuelva el problema de la financiación de Ucrania».
En su desesperado esfuerzo por mantener el conflicto armado de Ucrania, la Comisión Europea y el lobby pro-guerra lograron aprobar una enorme carga financiera impuesta por el último acuerdo, el astronómico préstamo de 90.000 millones de euros a Ucrania, respaldado por el presupuesto de la UE y suscrito por todos los Estados miembros excepto tres (Hungría, Eslovaquia y la República Checa), a los que se les concedieron cláusulas de exención.
Se superó el fracaso cambiando de estrategia, se transfirió el riesgo financiero directamente a los contribuyentes europeos. Increíblemente, el acuerdo prevé que Ucrania solo deberá reembolsar el préstamo si la Federación Rusa acepta pagar las reparaciones de guerra, lo que convierte las hipotéticas reparaciones futuras en financiación inmediata. Es poco improbable que Rusia acepte reparaciones vinculantes incluso en caso de un acuerdo de paz, lo que significa que hay pocas posibilidades de que Ucrania reembolse el préstamo, dejando a los Estados de la UE, es decir — el bolsillo de los contribuyentes europeos— con la responsabilidad de pagar.
A los Estados miembros se les presentó una dura disyuntiva: o aceptaban confiscar los activos congelados de Rusia o bien estar dispuestos a suscribir colectivamente un nuevo préstamo masivo. Lo que nunca se consideró seriamente la viabilidad de una tercera opción: dejar de invertir dinero en una estrategia militar demostrablemente fallida y, en su lugar, trabajar para poner fin a la guerra mediante negociaciones.
Reconocer la dura realidad: el inmenso daño económico a los Estados de la UE sin obtener ningún resultado en el campo de batalla, ello conllevaría enormes costes políticos para las élites de la UE, en particular para aquellas más comprometidas con la narrativa de la victoria a toda costa con la cabezonería del carnero y hasta el último ucraniano vivo, de ahí su determinación obstinada de mantener la guerra a toda costa.
La UE permanecerá atrincherada en un estado permanente de guerra económica y confrontación militar indirecta con Rusia, con el riesgo constante de que desemboque en un conflicto directo. Se ha expuesto la naturaleza cada vez más autoritaria de la UE dispuesta a ignorar los intereses nacionales y a ignorar las restricciones legales, las normas democráticas y la racionalidad económica básica en pos de cruzadas ideológicas exacerbadas.
Mientras tanto, la enorme carga financiera impuesta por el último acuerdo solo profundizará las fracturas internas intracomunitarias y llevará los presupuestos nacionales al límite, especialmente cuando se hace evidente que implicará aún más recursos desviados de las propias infraestructuras europeas al desembolso en gasto de defensa.
Cuando se carece de estrategias, se busca refugio en los procedimientos, hasta el punto en que estos cobran vida propia. Desde el inicio del conflicto militar, la UE ha aprobado 19 paquetes de sanciones contra Rusia. Las sanciones han sido un fracaso rotundo, pero Bruselas se niega a reconocerlo. Resulta patético ver a Kaja Kallas, la Alta representante de la UE para Política Exterior y de Seguridad, hacer el ridículo con un discurso belicista, una información histórica sesgada y carente de contenido estratégico.
Cuando la estrategia a largo plazo se desvanece, la acción equivocada se convierte primero en reacción y, finalmente, en delirio que lleva al abismo económico. El discurso de la UE gira en torno al Estado de derecho. Son fiscal, jurado y juez en sus juicios imaginarios. Se consideran a sí mismos en el lado correcto del espectro de la señalización de virtudes, así les va.
Algunos países de la UE siguen comprando petróleo y gas rusos porque dependen de ellos. En parte como resultado, la economía rusa ha superado ampliamente a la europea desde el inicio de la guerra. Mientras los europeos están ahogados en deudas, Rusia es un ejemplo de fortaleza fiscal. Reacios a recortar su abultado gasto social, los europeos han identificado los activos rusos congelados como la única forma de financiar la guerra. Incluso con ese dinero, carecen de una estrategia para poner fin a la guerra, ni mediante la victoria ni mediante la paz. El objetivo es simple: mantener el negocio en marcha. Eso es lo que el pensamiento procedimental no estratégico provoca. Y para colmo de males te hace dependiente, la UE se ha vuelto más dependiente de EEUU para con los insumos necesarios en defensa y con el cerco arancelario de Trump en relaciones comerciales.













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