top of page

Nuestro pasado en disputa y su sentido en el presente

  • Foto del escritor: Redacción NOR SEVAN
    Redacción NOR SEVAN
  • 30 ago
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 5 sept

¿Es posible preguntarse si algo de la identidad opresora logró imponerse en la identidad del oprimido en el caso del Genocidio Armenio?


ree

Por Gabriel Tchabrassian*


En los actos conmemorativos del Genocidio Armenio realizados durante los últimos días de abril de este año, me preguntaba: ¿qué es lo que nos lleva como especie humana a juntarnos para recordar, pensar, conmemorar un hecho del pasado? ¿Qué función cumple en nuestras vidas ese intento de “volver al pasado"? Un primer elemento a tener en cuenta para comenzar a contestar esta pregunta es que se ubica temporalmente en el presente, porque  siempre que uno recuerda el pasado, indefectiblemente lo hace desde el presente. Eso quiere decir que nuestro pasado lo contamos siempre desde la perspectiva que tenemos hoy. Entonces si nuestro presente cambia, ¿el pasado también? Muy probablemente. ¿Pero cambia el pasado o lo que nosotros nos representamos de él?  Mas de una vez nos habrá sucedido que en un grupo de amigos recordamos algún hecho del pasado y las versiones que contamos sobre ese hecho no suelen coincidir en un 100% ya que cada uno se representa ese hecho del pasado desde una perspectiva distinta, desde un presente distinto. Los hechos que ocurrieron objetivamente en algún momento del pasado, son representados subjetivamente  desde nuestra perspectiva desde el presente. Por lo tanto, ¿de qué manera se une el presente con el pasado que nos representamos? Una respuesta posible podría ser que si representamos nuestro pasado desde la perspectiva de nuestro presente, ese pasado representado cumple la función de darle sentido a nuestro presente. ¿Y qué quiere decir ‘darle sentido al presente’? Quiere decir que nos contamos nuestro pasado de una manera que nos explique cómo llegamos al presente. Una concatenación lógica de hechos del pasado que nos hacen ser quienes somos y explican que nuestro presente tiene sentido sólo si esos hechos pasados ocurrieron de la manera que nos los representamos, ya que sino, nuestro presente “no tiene sentido”.


Por lo tanto si el pasado está solo en función de darle sentido al presente, ¿desde qué presente nos representamos el Genocidio Armenio?

Hace un tiempo, alguien que asistió a un acto cultural de la Unión Cultural Armenia en el cual se hicieron distintas menciones a la situación en Palestina me dijo: “Pensé que venía a un acto de la comunidad armenia y me encontré con un acto de la comunidad palestina”. Ese comentario me dejó pensando en la siguiente pregunta: ¿Cuál es el sentido de que un acto de la Unión Cultural Armenia se parezca a uno de la comunidad palestina?


Esa bandera no. (Ni ninguna otra)


Quienes hayan investigado un poco sobre las causas del Genocidio Armenio no pueden dejar de lado la cuestión del nacionalismo turco en este hecho. Uno de los pilares fundamentales que sostuvo la práctica genocida fue un fuerte sentimiento nacionalista turco que llevaba a construir un otro negativo que no cumpliera con las condiciones del ser nacional turco. El nacionalismo turco construyó la idea de que solo los turcos debían vivir dentro de las fronteras del entonces Imperio Otomano, estigmatizando a todas las minorías nacionales que habitaban el Imperio, incluyendo a los armenios. El mensaje de un nacionalismo exacerbado, exclusivista, excluyente, supremacista, que no se reconoce en las identidades con las que convive como parte de la construcción de su propia identidad, sino que las reconoce como opuestas y como una amenaza a la existencia de la propia identidad, estuvo presente en el genocidio contra los armenios.


Cuando Raphael Lemkin, creador del concepto ‘genocidio’ lo definió como el intento de  destrucción de la identidad del grupo oprimido para imponer la identidad del grupo opresor, estaba diciendo que un genocidio no se mide por la cantidad de muertos, por la cantidad de territorios usurpados, por la violencia de sus métodos de exterminio, o por la cantidad de patrimonio cultural destruido. El éxito de un genocidio reside en la capacidad del grupo opresor para imponer efectivamente su identidad al grupo oprimido. Si quisiéramos interpretar qué quiere decir Lemkin con la palabra identidad, no deberíamos pensar solamente en nuestro nombre, apellido, nacionalidad o religión. Tampoco nos referimos solamente al idioma que hablamos, las canciones que cantamos, ni las reivindicaciones nacionales que podamos considerar como grupo. Cuando hablamos de identidad también incluimos aquello que pensamos, aquello que sentimos, aquello que hacemos. Se trata de algo mucho mas profundo que atraviesa nuestra subjetividad. Hablamos de cómo el grupo opresor a través del genocidio destruye e impone una nueva cosmovisión del mundo, construye un nuevo sentido común y en consecuencia, una nueva forma de relacionarnos socialmente entre los integrantes del grupo. El genocidio reformula, bajo nuevos valores, las relaciones sociales del grupo oprimido.


Por lo tanto, ¿cuál era la identidad que buscaba imponer el grupo opresor en el caso del Genocidio Armenio? o ¿qué atributos tiene la identidad del opresor? Varios, pero sin duda el nacionalismo es uno de ellos.

¿Es válido entonces preguntarse si algo de esa identidad opresora logró imponerse en la identidad del oprimido en el caso del Genocidio Armenio?


Marcha del 24 de abril de 2025, a 110 años del Genocidio Armenio
Marcha del 24 de abril de 2025, a 110 años del Genocidio Armenio

Son sabidas las críticas que recibimos cada vez que una bandera palestina flamea en la tradicional marcha a la residencia del Embajador del Estado Turco cada 24 de abril y cómo este tema es debatido sistemáticamente en diferentes ámbitos de nuestra comunidad, cuando se intenta exigirle a nuestros jóvenes que no lleven la bandera palestina bajo distintos argumentos. Los más utilizados son “porque no tiene nada que ver” y “porque perdemos fuerza”. A su vez se manifiesta disconformidad con cualquier otra bandera que no sea la bandera armenia, e incluso se llega a plantear que no haya banderas de las mismas instituciones de la comunidad armenia, proponiendo que sólo haya banderas armenias y argentinas en la manifestación. Esta posición reproduce ciertos preceptos que son atribuibles a un nacionalismo excluyente, exclusivista y supremacista. En primer lugar porque propone una homogeneización nacional bajo la identidad armenia (y solamente armenia) considerando que otros grupos nacionales no tienen nada que ver con nosotros. Como si la identidad armenia (y la construida como comunidad durante mas de 100 años en Argentina) hubiera sido construida sin contacto ni intercambio con otras identidades que la reprodujeron y la enriquecieron. En segundo lugar porque considera que para fortalecer la propia identidad, es necesario que las otras no estén. Ambos argumentos profundamente comparables con los principios básicos del nacionalismo turco que consideró que para fortalecer la identidad turca había que eliminar a todas las demás porque esas identidades no tenían nada que ver con la identidad turca. Por lo tanto, creer que la fortaleza de lo propio está en la no existencia de lo otro, tal cual lo planteó y ejecutó el Estado Turco y tal cual se plantea en las discusiones dentro de nuestra comunidad, ¿no es asumir aquellos valores identitarios, ideológicos y políticos que intentó imponer el opresor? ¿Será el nacionalismo que se pregona dentro de nuestra colectividad una forma de asumir la identidad del opresor habiendo sido pueblo oprimido?


Vamos a andar, con todas las banderas…**

 

Si concluyéramos que la posición nacionalista es la asunción de una parte de la identidad del opresor, ¿cuál sería entonces la identidad del oprimido que queremos evitar que sea destruida? O en otras palabras, ¿cuál era el proyecto alternativo al nacionalismo turco que no planteaba la destrucción de las otras identidades? Existió en algún momento, entre las posibilidades que se barajaban, la construcción de un Estado plurinacional desde una concepción otomanista. Esto es, todas las naciones que integraban el Imperio, confederadas en un Estado dentro del cual pudieran organizarse con distintos niveles de autonomía, pero que la ciudadanía de ese Estado no estaría atada a la identidad nacional ni religiosa de sus habitantes. Este proyecto como sabemos no prosperó, y fue derrotado por la concepción nacionalista del Turquismo que derivó en el Genocidio. Pero los armenios contamos con otras experiencias en nuestra historia donde la posibilidad de coexistir junto a otras naciones  resultó un hecho concreto, como lo fue formar parte durante 70 años de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas que, como sabemos, con todos sus errores pero también con todas sus virtudes, cientos y cientos de nacionalidades y religiones convivieron (no sin lógicas tensiones) y se desarrollaron, siendo la contracara del proyecto genocida. En el mismo momento histórico y a muy pocos kilómetros de distancia, la suerte de los armenios se representaba de manera opuesta. Por un lado eran exterminados y expulsados, y por el otro construían un Estado que se organizaría en base a la unión de las naciones y no en oposición a ellas.


Cabe señalar que ambos proyectos no son analogables en muchas de sus características, pero la fundamental es que el otomanismo estaba pensado dentro de un Estado de características democrático-burguesas dentro de un proceso de transformación desde un sistema imperial de índole feudal al capitalismo y el de la república soviética, en un Estado con un sistema socialista, mediante una revolución que modificaría de raíz las relaciones sociales de producción.


Qué hacer


Depende del lente con el que queramos mirar el pasado, terminaremos de entender las acciones del presente. Si lo miramos desde la perspectiva del opresor, intentaremos excluir todas aquellas otras identidades y proclamaremos el exclusivismo de “nuestra causa armenia” por sobre todas las demás. Si lo miramos desde la identidad del oprimido, deberíamos pensar en qué quiso destruir el Estado Turco. Así podríamos entender por qué cobra tanto sentido la solidaridad con el pueblo palestino. Porque no sólo nos estamos solidarizando con un pueblo oprimido del presente, sino que estamos disputando nuestro propio sentido del genocidio armenio, al cual no le entregaremos el sello de “genocidio exitoso” asumiendo una identidad nacionalista, exclusivista y excluyente como la del opresor.


La práctica concreta de esa disputa de sentido sobre el genocidio armenio es la solidaridad con los pueblos oprimidos que luchan día a día por mantener su identidad, sin asumir la del opresor. A eso nos dedicamos nosotros hace mas de un siglo y a eso se dedica el pueblo palestino hace mas de 70 años.


El otomanismo y la Unión Soviética fueron proyectos que los pueblos intentaron construir, y aunque el segundo haya llegado mucho más lejos que el primero, hoy también forma parte de nuestras grandes derrotas. Los pueblos que se embarcaron en esos proyectos fueron derrotados por la fuerza de las armas, y por la fuerza de la historia. Pero no existen ni las derrotas ni las victorias absolutas. Lo único constante y absoluto que permanece siempre es la lucha. La lucha como conflicto. Conflicto entre los opresores y los oprimidos, los explotadores y explotados. Esa es la única fuerza que hace andar las ruedas de la historia, esa historia que no llegó a su fin en el Imperio Otomano en 1915 ni en 1991 con la desintegración de la URSS, como tampoco va a terminar en Gaza.


-


*Sociólogo. Integrante del Observatorio de Crímenes de Estado de la Facultad de Ciencias Sociales-UBA

**Silvio Rodriguez. “Vamos a andar”, del disco ‘Rabo de Nube’. 1980

Comentarios


RECIBÍ EL NEWSLETTER

Te escribimos correos una vez por semana para informarte sobre las noticias de la comunidad, Armenia

y el Cáucaso con contexto y análisis.

eNTRADAS MÁS RECIENTES

2023- LVA 10-02.png

NECESITAMOS TU APOYO
PARA HACER PERIODISMO DESDE EL PIE

Si llegaste hasta acá...

Es porque te interesa la información con análisis y contexto. NOR SEVAN tiene el compromiso desde hace más de 20 años de informar para la paz y cuenta con vos para renovarlo cada día.

Unite a NOR SEVAN

  • X
  • Instagram - Círculo Blanco
  • Telegram_X_2019_Logo-01
  • Facebook - círculo blanco
  • YouTube - círculo blanco
  • kisspng-white-house-white-plains-brush-c

Fue fundado en 1999 como continuidad de los periódicos Estrella Roja, Shirak, Verelk, Hai Mamul, Hai Guiank, Ereván y Seván de la Unión Cultural Armenia. A lo largo de su historia de casi un siglo, la prensa institucional mantuvo la periodicidad, a pesar de las prohibiciones y clausuras sufridas por las dictaduras militares de turno. Hoy, en su formato digital mantiene los objetivos y principios de sus fundadores aportando su granito de arena a la construcción de una sociedad sin explotadores ni explotados, con paz, amistad y solidaridad entre los pueblos.

bottom of page