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Pashinian sigue provocando a la armenidad. ¿Seremos capaces de darle la respuesta que se merece?

  • Foto del escritor: Redacción NOR SEVAN
    Redacción NOR SEVAN
  • hace 2 días
  • 5 Min. de lectura

El primer ministro y varios de sus principales laderos no escatiman nada en la avanzada que llevan adelante para imponer en el país el plan elaborado por Occidente, cuyo principal beneficiario es el panturquismo.


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Por Adrián Lomlomdjian


Así como el 28 de Mayo de 1918 es recordado como el día del nacimiento de la República de Armenia y los setenta años de Armenia Soviética como el del Renacimiento nacional y social del pueblo armenio en su Estado nacional y fuera del mismo, el período de la administración Pashinian pasará a la historia como el de la entrega de Artsaj, la decadencia de la República, la pérdida de los valores identitarios y el establecimiento de un gobierno de neto corte antipatriótico y, en esencia, panturquista.


Ya forman parte del día a día de Armenia la represión, golpizas, persecución, detención y encarcelamiento de militantes opositores, que llevan adelante de manera sistemática los miembros de los organismos oficiales que colaboran con el "terrorismo de Estado" implantado por Pashinian. ¿Sus víctimas? Dirigentes políticos, religiosos, empresarios, estudiantes, familiares de soldados muertos en la guerra o desaparecidos, o simples ciudadanos del país que se manifiestan públicamente en contra de las medidas tomadas por el actual gobierno.


Causas judiciales inventadas, escuchas telefónicas ilegales, videos editados y muchas otras prácticas "non santas" forman parte del arsenal utilizado por el títere de Occidente, que aún logra mantenerse a la cabeza del gobierno de Ereván.

La vergonzosa campaña iniciada contra la Iglesia Apostólica Armenia y, particularmente, contra su líder, Karekín II, Patriarca Katolicós de todos los armenios, no conoce de nada similar a lo largo de los más de 1700 años de cristianismo en Armenia. Ni durante las invasiones o tiranías que profesaban otros credos, ni durante distintas guerras civiles o luchas políticas internas, la Santa Sede de Echmiadzín jamás fue sometida a una agresión de tal magnitud y similares características.


Más allá de los dichos del vocero de Erdogán -devenido en jefe del gobierno de Armenia- o de quienes le profesan pleitesía (creyendo que junto a él lograrán la salvación prometida por Occidente), la avanzada contra la Iglesia Apostólica Armenia tiene como única finalidad asestarle un golpe mortal a la estructura nacional que desde hace siglos logra aglutinar a su alrededor a la abrumadora mayoría de la armenidad, incluidos todos sus colores y matices.


El verdadero problema para el primer ministro armenio no es si el Vehapar fue padre en su época de juventud o no -violando el celibato-, sino que la Iglesia se puso a la cabeza de los reclamos por el respeto a la autodeterminación del pueblo de Karabaj, por la inmediata liberación de los prisioneros de guerra y los presos políticos armenios que permanecen rehenes en las cárceles de Bakú, y por la defensa del patrimonio histórico y cultural armenio en Artsaj.


Pashinian quiere una iglesia alineada a su política de entrega y ante la incapacidad de poder someter a esta estructura fundamental de la armenidad con presencia en todo el mundo, decidió declararle la guerra. Y para comenzarla, contó -y cuenta- con el beneplácito y apoyo de Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Europea, Turquía, Azerbaiyán e Israel.


Y así fue como comenzó con su plan siniestro que incluye encarcelamiento de sacerdotes, ocupación de iglesias, compra de voluntades perversas escondidas tras algunas sotanas y organización de "falsas liturgias", entre otras acciones no condenadas por ninguno de sus aliados Occidentales y vecinos, quienes muchas veces se rasgan las vestiduras dando cátedras de derechos humanos y de respeto a las libertades individuales y colectivas.


Ahora, que se sienten con el derecho de decir y hacer lo que se les plazca, y luego del vergonzoso domingo protagonizado por el gobierno armenio en la Catedral de las Siete Heridas de Guiumrí, mientras el primer ministro declaraba que "sería oportuno que antes de las misas dominicales se entone en las iglesias el himno nacional armenio", y presidente de la Asamblea Nacional, el lamentable Alén Simonian, proponía "organizar en la Catedral de San Echmiadzín" la próxima falsa misa de cada domingo con la presencia de Pashinian.


Queda más que claro y evidente que el objetivo principal de este gobierno es generar un sinfin de conflictos hacia adentro de la sociedad armenia, para que todos estén peleándose por esto o por aquello, discutiendo y debatiendo, divididos y enemistados, mientras él y los suyos continúan con su perverso plan de destrucción del Estado nacional y de pérdida de los valores que hacen a la milenaria identidad armenia.

Está en nosotros elegir si somos meros espectadores de la desaparición lenta -pero sin interrupciones- de Armenia, o si comenzamos a expresar nuestro rechazo y repudio, a la vez que organizamos junto a las comunidades armenias de otras ciudades, países y continentes -y con los distintos sectores de la oposición política y social de la república- respuestas cada vez más contundentes al plan de entrega y destrucción que lleva adelante el gobierno de Pashinian.


Aquí, en Argentina, IARA tiene la palabra. Si bien, a través de varios comunicados y declaraciones las instituciones armenias de la Argentina nos hemos manifestado -de manera conjunta e individual- en defensa de la Iglesia Armenia y de los valores que hacen a la armenidad, la profundización de las medidas represivas y las acciones agresivas del gobierno armenio contra sus opositores nos obligan a tener que pensar en nuevas formas de rechazo, que además logren aglutinar a cada vez más integrantes de nuestra comunidad y de otras comunidades diaspóricas.


Armenia no es sólo un hermoso lugar geográfico donde uno puede recargar pilas, mientras algo de la milenaria historia de la civilización humana penetra nuestros poros. Armenia no es sólo Ereván y su inigualable belleza, o iglesias que datan de siglos pasados. Armenia fue fuente inagotable de armenidad para los armenios de todo el mundo, y debe volver a serlo. Armenia fue centro de la peregrinación de distintas generaciones, que elegían repatriarse y vivir en lo que quedó de aquellos antiguos reinados, imperios y ciudades armenias; y debe volver a serlo. Armenia fue lugar de formación profesional para decenas de miles de jóvenes armenios nacidos en otras latitudes, pero que tuvieron la oportunidad -gratuita- de convertirse en médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, sociólogos, profesores, músicos, cantantes y bailarines de excelencia; y debe volver a serlo. Armenia fue la Renacida Madre Patria, orgullo de todas y todos los armenios del mundo; y debe volver a serlo.


Para eso, hay que unir fuerzas y decirle basta a la política entreguista y destructiva de Pashinian y el gobierno que lidera el Partido Acuerdo Cívico.


Si seguimos con este grado de indiferencia en ciertos sectores, con falta de compromiso activo en otros, y con respuestas espaciadas y de protocolo en las estructuras institucionales, quizás, en un par de meses, ya sea demasiado tarde... Depende de cada uno de nosotros y de todos juntos.



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