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¿Qué hizo la Misión de Observadores de la Unión Europea en Armenia para prevenir el ataque azerbaiyano?

Nadie sabe verdaderamente qué "misión" cumplen los "observadores" europeos, además de espiar la presencia militar rusa en Armenia y de hacer un "inventario" de los sitios concretos y las distintas zonas del país, seguramente para el caso en que tengan que ocuparlo.



Por Adrián Lomlomdjian


Una vez más queda claro que la tarea de la denominada “misión de observadores” de la Unión Europea no es garantizar la seguridad de Armenia, sino cumplir con su objetivo principal: hacer cabeza de playa en el Cáucaso y abrir un nuevo frente de batalla contra Rusia, en este caso, desde Armenia.


La "misión europea" es parte del proyecto general del primer ministro Nikol Pashinian, que en Octubre de 2022, en Praga, decidió poner las cartas sobre la mesa y mostrar públicamente que el objetivo principal de su gobierno era, y es, separar a Armenia de Rusia y traer a Occidente a ese rincón del planeta para poder cumplirlo.


Este “programa de gobierno” de la denominada “revolución de terciopelo” -en verdad, un golpe de Estado institucional elaborado por Occidente y liderado por Pashinian- incluía también la entrega de Artsaj y el establecimiento de relaciones con Azerbaiyán y Turquía, cumpliendo para ello con todos los requerimientos impuestos por ambos, como ser, enterrar la Cuestión de Karabaj y el Reconocimiento Internacional del Genocidio Armenia, y otras cuestiones “accesorias” que podrían irritar a los vecinos.


Ereván, Ankara y Bakú sabían que “esta forma de solucionar conflictos” sólo era posible con la mediación de Occidente (Estados Unidos, Gran Bretaña, Unión Europea y OTAN), por lo que las principales figuras de esos distintos actores protagónicos occidentales, comenzaron a llegar al Cáucaso una tras otra.


Mientras, el gobierno de Pashinian, en indisimulada coordinación con Aliyev y Erdogan, se encargaba de obstaculizar todas las iniciativas de Moscú y de desprestigiar a Rusia, culpándola de todo lo sucedido a lo largo de la historia y en el presente.


Es así como los armenios acusan a Moscú de ser pro-azerbaiyano y de no defenderla (pretenden que sea “más armenia que la propia Armenia”), y los azerbaiyanos acusan una y otra vez a Rusia de estar al servicio de los caprichos de los armenios y de sus fabulaciones.

En Armenia, los sectores oficiales, gobierno, partidos aliados y medios masivos de comunicación, no pierden oportunidad en decir, por ejemplo, que “Rusia es la culpable del vergonzoso tratado del 9 de Noviembre de 2020” que puso fin a la guerra, que “Rusia abandonó Artsaj” y es la culpable del desplazamiento forzado de su población, que “Rusia no defendió a Armenia cuando Azerbaiyán atacó Tilichán” y así con cualquier acontecimiento perjudicial para Armenia...


Vayamos por parte.


Es evidente que la Declaración del 9 de Noviembre de 2020 fue casi que impuesta por Putin a Aliyev y Pashinian, luego de que Azerbaiyán derribara un helicóptero ruso que patrullaba la frontera armenio-azerbaiyana, causando la muerte de dos militares rusos. Ese documento tripartito no sólo sirvió para detener la guerra en Artsaj, sino también una posible escalada del conflicto hacia territorio de Armenia, variante deseada por Occidente para involucrar a Moscú y confrontar con ella lejos de Europa y Estados Unidos. No pudieron hacerlo aquí, pero unos meses después lo hicieron en Ucrania…


Pero lo más importante fue que esa Declaración Tripartita permitió que la parte armenia, derrotada militarmente y a punto de perder toda Karabaj (porque el ejército azerbaiyano estaba a pocos kilómetros de ocupar la capital Stepanakert), pudiera mantener el control sobre una superficie importante de la histórica Región Autónoma de Nagorno Karabaj de la URSS (3.300 kilómetros cuadrados de 4.400) y que la seguridad de dicho territorio dependiera no sólo de sus Fuerzas de Autodefensa, sino también del Contingente de Paz de las Fuerzas Armadas de Rusia, que estaría integrado por más de 3.000 soldados.


Y fue a partir de ese instante que casi 100 mil armenios que se habían refugiado en distintos poblados de Armenia y otros países de la región, volvieron a sus hogares en Artsaj/Karabaj y comenzaron a rehacer sus vidas, bajo la autoridad de su propio gobierno.


Es decir, Azerbaiyán, victorioso en la confrontación militar, no logró concretar su principal objetivo político: hacerse del territorio completo de Karabaj y vaciar el mismo de armenios. Y esta derrota política azerbaiyana fue posible sólo gracias a la intervención de Rusia. Esto es incuestionable.


¿Qué pasó después de esto?


Lo que señalamos más arriba: las autoridades de Ereván, Bakú y Ankara, junto a Occidente, entendieron de qué se trataba la cuestión y pusieron manos a la obra.


Lo sorprendente no es la actitud de Occidente, ni de Turquía (segundo ejército de la OTAN), ni tampoco de Azerbaiyán (proveedora de gas y petróleo a la Unión Europea y aliada militar de Israel), sino del gobierno de Armenia, que eligió “la entrega” a “fortalecer el trabajo conjunto con su aliado estratégico”, que le permitió preservar una parte considerable de lo que denomina su territorio histórico, además de garantizar que la confrontación militar no se extendiera al país.


A partir de allí, una sucesión interminable de hechos políticos, de acciones concretas y declaraciones de los distintos actores en cuestión (regionales e internacionales), condujeron a la situación actual:


-Pashinian “enfrió” las negociaciones con Azerbaiyán iniciadas con la mediación de Rusia y comenzó a priorizar las alternativas occidentales presentadas por la Unión Europea y Estados Unidos. En pocas palabras, ambas le “garantizan” una supuesta paz a Armenia a cambio de cumplir con los requerimientos de Azerbaiyán, Turquía y Occidente;


-el gobierno de Armenia reconoció a Artsaj como parte de Azerbaiyán. Inmediatamente después, Azerbaiyán establece un bloqueo terrestre a Karabaj, argumentando que es su territorio, ya que Armenia lo reconoció. El contingente de paz ruso no puede intervenir, ya que Pashinian cambió las reglas del acuerdo tripartito firmado en Noviembre de 2020, transformando un territorio en disputa (que legitimaba la presencia de fuerzas de paz) en territorio soberano de Azerbaiyán;


-la población de Artsaj/Karabaj “eligió” abandonar su territorio ante la falta de garantías a su seguridad (sea por parte de Azerbaiyán, Armenia, Europa, Rusia, Estados Unidos, Naciones Unidas…);


-Armenia no permite que una misión de observadores de la OTSC (alianza militar que integra) patrulle la extensa frontera con Azerbaiyán, pero sí autoriza a hacerlo a una misión de observadores de la Unión Europea, integrada por gendarmes franceses, policías alemanes y miembros de los servicios de inteligencia occidentales;


-desde que los europeos patrullan la frontera no se detuvieron los ataques azerbaiyanos, sino que se produjeron varios, con decenas de víctimas fatales del lado armenio. Además, continuaron los bombardeos a poblaciones civiles de frontera. Los europeos no lograron hacer retroceder a los azerbaiyanos del territorio soberano de Armenia que ocuparon. Tampoco impidieron que Azerbaiyán obstaculizara mediante permanentes ataques armados, la construcción de una empresa metalúrgica de capitales armenios y estadounidenses, que tuvo que ser trasladada a otro territorio alejado de la frontera;


-producto del accionar del gobierno de Pashinian, Armenia hoy atraviesa un momento muy delicado en sus relaciones con su aliada estratégica, Rusia;


-Ereván mantiene “congelada” su membresía en la OTSC, alianza militar que integra con otras cinco repúblicas ex soviéticas;


-Armenia le compra armas a Francia y la India, creyendo que eso significa ganar nuevos aliados;


-Armenia pasea su “soledad” por Occidente “mendigando” ayuda concreta y sólo recibe muestras de buena voluntad y apoyo a través de amistosas declaraciones que quedan en el éter y sobre papel…


Este nuevo ataque azerbaiyano sobre militares armenios apostados en puestos fronterizos emplazados en territorio soberano de Armenia, debe convertirse en un llamado de atención verdaderamente serio para la sociedad armenia, que debe despertar y darse cuenta que se está al borde de la continuidad futura de la existencia misma del Estado, además del peligro permanente sobre la vida de quienes habitan el país.


Occidente (Estados Unidos, Unión Europea, Gran Bretaña y la OTAN) no tienen ningún sentimiento particular hacia Armenia y los armenios, sino sólo el interés concreto de transformar el Cáucaso en un nuevo frente de confrontación militar contra Rusia, ante la inminente derrota en Ucrania. Además, hacer pie en el Cáucaso le permite a Occidente “acorralar” a Irán y “acercarse” a China -sus otros objetivos centrales-, además de saquear las inmensas reservas naturales existentes en la región.


No estamos en un escenario donde vale elegir “lo que nos gustaría”, sino lo que conviene en defensa de los intereses de Armenia y su pueblo.

Y la historia sirve como antecedente válido al momento de hacer esta elección. Porque más allá de los vaivenes de época y de las particularidades de los protagonistas según el paso de los siglos, los armenios han logrado mantener su identidad nacional y la posibilidad de desarrollarla colectivamente en parte de los territorios que habitaron históricamente, gracias no sólo a su perseverancia y a su voluntad inclaudicable, sino también a que en los momentos más difíciles tuvo como aliado estratégico a Estado y pueblo rusos, y a otros pueblos hermanos como los que habitan Siria, Líbano, Libia, Irak, Palestina, Irán…


Destruir la amplia alianza armenio-rusa, separar a Armenia de Rusia significa, literalmente, firmar su certificado de defunción.

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