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Stalingrado

Hoy se cumplen 80 años del fin de la batalla que marcó el viraje histórico de la Segunda Guerra Mundial.


Por Ernesto Pérez Shelton, 1 de febrero de 2023


La Gran Guerra Patria contra la Alemania hitleriana (1941-1945) fue una de las más duras pruebas que afrontó el pueblo soviético, un largo camino hacia la victoria que ofrendó 27 millones de vidas humanas.

La Alemania fascista tenía a toda Europa bajo su bota (excepto a Inglaterra, aunque sometida a diarios bombardeos). Junto a Italia, su aliada, disponía de todos los recursos de los países ocupados, además de su propio poderío militar e industrial.

En la madrugada del 22 de junio de 1941, sin declarar la guerra, los alemanes lanzaron su poderosa maquinaria bélica contra la Unión Soviética. Sin embargo, la moral del Ejército Rojo y la decisión del pueblo soviético de resistir, luchar y vencer, jamás estuvieron disminuidos por los rigores de aquella contienda.

El país todo se transformó en un campo de batalla, bajo un único lema: Todo para el frente, todo para la victoria. En este contexto, la batalla de Stalingrado es un hito de la Gran Guerra Patria.

IMPORTANCIA DE STALINGRADO

Para Gueorgui K. Zhúkov, mariscal de la Unión Soviética, sustituto del jefe supremo, Iósif V. Stalin: «La batalla por Stalingrado tenía una dimensión político-militar invaluable. Caído Stalingrado, el mando enemigo podía cortar el sur del país y aislarlo del centro, y nosotros –subrayó Zkúkov– podíamos perder el Volga, arteria capital por la que afluían en torrente (el petróleo y) los cargamentos de la región del Volga y del Cáucaso».

Además, podrían hacerse de las fuentes energéticas de Irán e Irak, al sur, en la frontera con la URSS.

La batalla abarcó del 17 de julio de 1942 al 2 de febrero de 1943. Durante casi siete meses el mando alemán, sin reparar en grandes pérdidas materiales y efectivos, realizó múltiples intentos de ocupar la ciudad, mas todo fue en vano.

Resistir y vencer resultó una convicción que caló hondo, como un juramento inviolable, en la conciencia de los defensores del bastión situado en el Volga. Cada patriota era consciente de que, precisamente allí, a orillas del río, se decidía la suerte, no solo de la Gran Guerra Patria, sino posiblemente, de toda la Segunda Guerra Mundial.

Nadie mejor que el jefe militar alemán, general Von Paulus, para describir lo que pasaba en Stalingrado: «Tan pronto logramos éxito en algún lugar, los rusos enseguida responden con golpes, que frecuentemente nos empujan a las posiciones de partida».

Fueron encarnizadas y sangrientas las acciones combativas que se prolongaron por espacio de 200 días con sus noches. En el otoño de 1942, los partes militares del Frente de Stalingrado fueron breves. En lugar de ciudades y poblados se mencionaban calles y hasta casas aisladas, se combatía casa por casa, piso por piso, escalera por escalera. El enemigo, en su afán de ocupar la ciudad a cualquier precio, lo intentaba todo, una y otra vez, sin resultado.

Todo el país ayudaba a la ciudad del Volga. El mando supremo, desde su retaguardia, movía reservas hacia esta dirección. La resistencia era tenaz, al límite, con la consigna: Ni un paso atrás, que poco a poco fue quebrando, a sangre y fuego, los esfuerzos enemigos que, con los refuerzos soviéticos que se iban incorporando, llegó el momento en que fueron revertidos, frenados y cercados completamente.

OFENSIVA HITLERIANA Y CONTRAOFENSIVA SOVIÉTICA

Ante esa situación, Hitler pasa un cable a Von Paulus: «El personal del ejército puede estar seguro de que tomaré todas las medidas que garanticen los suministros para liberar oportunamente al ejército del cerco».

El 12 de diciembre, el grupo de choque alemán Hoth inició la ofensiva, con el fin de unirse a las tropas cercadas del 6to. y del 4to. ejércitos de tanques. El enemigo superaba a los soviéticos, dos veces en personal y seis en tanques.

Más de 90 mil prisioneros del ejército fascista hitleriano (alemanes, italianos, rumanos, húngaros y de otras nacionalidades) fueron tomados prisioneros por el Ejército Rojo de la URSS

Al precio de titánicos esfuerzos, los combatientes soviéticos, a lo largo de los días, lograron resistir hasta la llegada de la agrupación de tropas del Don, encabezadas por el 2do. Ejército de la Guardia, con apoyo de aviación, artillería convencional, autopropulsada y reactiva, tanques t-34 e isdm. Ello cambió radicalmente la correlación de fuerzas, y posibilitó que el enemigo no aguantara la contraofensiva soviética.

El 31 de enero de 1943, por la mañana, el general Von Paulus fue ascendido al grado de mariscal de campo; sin embargo, varias horas más tarde, era prisionero de guerra de los soviéticos.

A nombre del Cuartel General del Mando Supremo, Iósif V. Stalin emitía el siguiente parte: «A las 16:00 horas del 2 de febrero de 1943, las tropas del Frente del Don culminaron la derrota y la liquidación de la agrupación enemiga en la cercanía de Stalingrado… Puesto que las tropas enemigas cercadas fueron aniquiladas, cesaron las hostilidades en la ciudad de Stalingrado».

Pero el camino a Berlín era larguísimo. Durante los años 1943, 1944 y parte de 1945, en toda la extensión de un frente de 3.000 a 6.200 kilómetros de territorio ocupado por el agresor, los reñidos combates no cesaron.


El Ejército Rojo liberó toda la patria soviética y luego fue liberando arrolladoramente capitales, ciudades, pueblos, poblados y aldeas europeas, hasta la Alemania misma. El frente soviético-alemán fue principal y decisivo en la Segunda Guerra Mundial, en el que la Wehrmacht hitleriana sufrió el 80 % de todas sus bajas.


Desde el 22 de junio de 1941 hasta el 9 de mayo de 1945 fueron puestas fuera de combate, derrotadas o hechas prisioneras 607 divisiones enemigas, tres veces y media más que en los frentes norafricanos, italiano y euroccidental juntos.


Esta es la verdad histórica que hoy los medios occidentales quieren desconocer, tergiversar y ocultar, en medio de un contexto en el que está vigente el pensamiento de nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, cuando señaló el renacer de las ideas fascistas y el papel que correspondería a Rusia en su enfrentamiento.


Por ello, estudiar y recordar la batalla de Stalingrado es un deber en la lucha de hoy, para salvar a la humanidad, pues como expresara el propio Fidel, el 8 de mayo de 1975: «¡Cuando los soviéticos luchaban y morían en Leningrado, en Moscú, en Stalingrado, en Kursk, en Berlín, estaban luchando y estaban muriendo también por nosotros!».


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