El anti-rusismo vigente entre los armenios es una victoria del negacionismo turco
- Redacción NOR SEVAN
- 30 abr
- 11 Min. de lectura
Mientras a lo largo de las décadas la vida misma dio y da cuenta de lo valioso de la amistad armenio-rusa para el pueblo y el Estado armenio, hay quienes en la República y en la diáspora insisten con posiciones pro-occidentales y pro-turcas, nocivas para los intereses de la armenidad.

Por Adrián Lomlomdjian
El genocidio armenio cometido por el Imperio turco otomano entre los años 1915 y 1923 se convirtió en una de las páginas más trágicas del siglo XX y significó la desaparición casi total de la población armenia de los territorios que habitaron durante milenios y que, por aquellos años, formaban parte del Estado imperial osmaniano.
A partir de esta nota y de otras que iremos publicando sucesivamente, no intentaremos demostrar la veracidad del genocidio. Tampoco abrumaremos con datos o historias que no sólo son conocidas a nivel internacional por un importante sector de la humanidad, sino que también han sido probadas como legítimas y forman parte de archivos oficiales de muchos Estados y de investigaciones científicas y trabajos realizados por especialistas de distintas nacionalidades.
Lo que haremos es comenzar a desentrañar aspectos y situaciones relaciones o devenidas a partir del genocidio, que si bien ya algunas de ellas fueron parte de investigaciones y estudios realizados en varios países -particularmente en Armenia y Turquía-, sus conclusiones no fueron lo suficientemente difundidas en idioma español, por no decir que, a más de un siglo del crimen de lesa humanidad cometido por el Estado turco, son desconocidas para una gran parte de nuestras sociedades y de nuestra comunidad, en particular.
También intentaremos, a través de documentos históricos e información verificada, terminar con algunas de las denominadas “vacas sagradas” heredadas de cuando los tiempos de la comunicación y la informática eran otros, y resultaba muy difícil demostrar que lo que se presentaba como “verdad absoluta” no era más que un componente más del accionar político de ciertos grupos de poder, que a través de difundir e imponer determinada opinión y visión -hasta tranformarla en “sentido común” dominante-, se beneficiaban de manera particular, favoreciendo sus objetivos políticos de dominación.
En estos momentos, cuando en Armenia y, particularmente, en esta parte Occidental del planeta, estamos siendo literalmente “bombardeados” por propaganda anti-rusa de todo tipo, creemos que resulta importante y de interés nacional hacer un poco de memoria sobre las historia de las relaciones armenio-rusas y de cómo influyeron las mismas para no sólo garantizar la existencia del pueblo armenio, sino también para conformar su Estado nacional, crear una república y llegar hasta nuestros días.
Ante todo, vale aclarar que partimos de la base que ni Rusia ni ningún otro país, nación o pueblo -al igual que ningún ser humano en particular- son perfectos, infalibles o están exentos de cometer errores. Por el contrario, en lo que respecta a la historia armenia y a la historia en general, sabemos y conocemos del accionar ruso, de sus aciertos y errores, pero conscientes que lo hacemos desde nuestra perspectiva e interés nacionales. Y si hay algo que nos queda claro es que con sus algunos “menos” y sus muchos “mas-es”, el pueblo ruso estuvo siempre de manera fraterna e incondicional junto al pueblo armenio, al igual que la mayoría de sus autoridades de turno y sus dirigentes políticos.
En momentos en que a nivel mundial se conmemora el 110° aniversario del genocidio armenio, nos parece oportuno abordar las relaciones armenio-rusas desde este tema, ya sea con algunos ejemplos del pasado, como también del presente más cercano.
No resulta novedoso reiterar que Rusia y su pueblo estuvieron tradicionalmente vinculados a Armenia y los armenios a nivel cultural, religioso y político. Más allá de la lógica convivencia de ambas nacionalidades en cientos de poblados a lo largo de los siglos, hubo un momento puntual en que esas relaciones fraternas de buena vecindad y respeto mutuo, tomaron forma de política de Estado, y las autoridades del por entonces existente Imperio zarista no dudaron en ir al rescate de sus hermanos cristianos armenios, que sufrían violaciones de derechos y atropellos varios como parte del Imperio Persa o del Imperio Otomano.
Los Tratados de Gulistán y Turkmenchay, firmados durante las primeras dos décadas del siglo 19 luego de enfrentamientos militares entre rusos y persas, fueron la base legal -reconocida internacionalmente- que permitió el traspaso de los territorios armenios -y de sus pobladores- del Imperio Persa al Imperio Zarista.
Pero vayamos directo a algunos ejemplos.
El 24 de mayo de 1915, por iniciativa del entonces ministro de Asuntos Exteriores del Imperio ruso, Serguéi Dmitrievich Sazonov -que ocupó el cargo entre 1910 y 1916-, Rusia, junto con Francia y Gran Bretaña, condenaron el asesinato en masa de armenios, calificándolo de “crimen contra la humanidad y la civilización”. Esta declaración se convirtió en el primer acto internacional de la historia en calificar la violencia masiva como crimen contra la humanidad.
Viniendo al presente, el pasado martes 22 de abril, en Moscú, la vocera de la Cancillería de Rusia, María Zajávora, recordó aquel acontecimiento y reafirmó la histórica posición rusa al respecto: “El 24 de abril se cumple el 110 aniversario de uno de los acontecimientos más trágicos de la primera mitad del siglo XX: el genocidio armenio en el Imperio Otomano. La posición de Moscú ante estos acontecimientos es bien conocida por todos, es coherente y se basa en tradiciones humanísticas. Ya en 1915, por iniciativa del jefe de la diplomacia rusa, Sergei Sazonov, destacados miembros de la comunidad internacional calificaron lo sucedido como un crimen contra la humanidad”.
También haciendo un poco de historia en su mensaje de solidaridad para con el pueblo armenio, la Casa de Rusia (filial Ereván) destaca que durante aquellos años, la prensa y el público rusos también reaccionaron duramente ante los trágicos acontecimientos que se sucedían en el Imperio otomano. Los periódicos y revistas de la época publicaron incontables relatos de testigos presenciales, materiales de diplomáticos rusos, así como artículos de científicos y políticos famosos. En la declaración de la Casa de Rusia se señala que “uno de los soldados rusos que participó en las operaciones militares de Sarikamish, escribió: 'durante mi estancia en el frente turco, en varias oportunidades vi las terribles imágenes del sufrimiento de los desafortunados armenios. Las tropas turcas, amargadas por sus frecuentes fracasos en las batallas contra nuestras tropas, se desquitaban de sus fracasos militares con los indefensos armenios. Y no sólo no perdonan a hombres y mujeres, sino, incluso, tampoco a los niños'”.
Haik Aivazian, director del Centro de Información y Análisis Luys, de Ereván, sostiene que quienes intentan involucrar a Rusia y los rusos en el genocidio armenio son indignos y que no se debe discutir con ellos, sino simplemente contar la realidad y que cada uno saque sus propias conclusiones.

Un dato que recordó Aivazian fue que “en 1915, durante el Genocidio Armenio perpetrado por el Imperio Otomano, la frontera ruso-turca fue abierta por orden personal del zar Nicolás II, salvando de la muerte a más de 350 mil armenios”.
Aivazian puntualizó que hablando sobre las atrocidades cometidas por los turcos y la actitud de los rusos hacia los refugiados armenios, el sacerdote Ter-Margarian escribió en aquel entonces: “... En la frontera, al aire libre, había muchas mesas frente a las cuales los funcionarios rusos recibían a los refugiados armenios sin ningún documento, dándole a cada miembro de la familia un rublo zarista y emitiendo un documento especial que les daba derecho a residir libremente en el Imperio ruso durante todo el año, utilizando todo tipo de transporte de forma gratuita. Fue allí donde se instalaron cocinas de campaña para alimentar a los hambrientos y distribuir ropa a los necesitados. Los médicos y enfermeras rusos distribuyeron medicamentos y brindaron atención de emergencia a los enfermos, heridos y mujeres embarazadas. Así, en total, más de 350 mil armenios de Turquía cruzaron la frontera en ese momento y encontraron refugio y salvación en Rusia”.
En relación a este hecho, a finales de octubre de 2015, en el territorio del Museo Armenio de Moscú, fue inaugurado un monumento al zar Nicolás II, por su ayuda a las víctimas del genocidio armenio.
Posteriormente, fue el gobierno de la Rusia Soviética -sucesora del Imperio zarista y del Gobierno Provisional-, liderada por Vladimir Ilich Lenin y el Partido Bolchevique, el que el 15 de noviembre de 1917 aprobó la Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia, donde se proclamaba: a) la igualdad y soberanía para los pueblos de Rusia; b) el derecho a la libre autodeterminación, incluyendo la secesión y formación de un Estado separado; c) la abolición de todos los privilegios y restricciones nacionales y religiosas; c) el libre desarrollo de las minorías nacionales y los grupos étnicos que pueblan el territorio de Rusia.
También resulta imprescindible subrayar y no olvidar (ya que muchos incluso lo ignoran) el 29 de diciembre de 1917, fecha trascendente en la historia del pueblo armenio, particularmente teniendo en cuenta aquel momento. Ese día, el gobierno de Lenin aprobó el decreto sobre la Armenia Occidental, que también recibió el voto favorable del Tercer Congreso de los Soviet de toda Rusia.
“El Soviet de Comisarios Populares comunica al pueblo armenio que el Gobierno de obreros y campesinos de Rusia defiende el derecho a la autodeterminación de los armenios en los territorios de la Armenia Occidental ocupados por la Rusia zarista, incluso su total independencia”, se lee en el párrafo inicial del decreto aprobado por el gobierno de los bolcheviques.
Fue así como en 1918, aprovechando la ley bolchevique que permitía la independencia de las naciones hasta su secesión, que las potencias occidentales y el gobierno de los genocidas Jóvenes Turcos, junto a los partidos nacionalistas de Transcaucasia (Federación Revolucionaria Armenia, Partido Menchevique georgiano y Partido Musavatista azerbaiyano), deciden separar la región de la Rusia Socialista, conforman el Seim de Transcaucasia y luego, en mayo de 1918, crear las Repúblicas de Armenia, Azerbaiyán y Georgia, firmando por separado sendos Tratados de Paz y Hermandad con el Gobierno de Turquía.
A pesar de ser aliados en su anti-rusismo, de obedecer todos a las mismas potencias imperiales de Occidente y de haber aceptado la amistad con Turquía, los partidos nacionalistas de Armenia, Azerbaiyán y Georgia jamás lograron establecer un diálogo racional y fraterno entre ellos, y llevaron a los pueblos de la región a luchas fratricidas que permitieron el avance de las tropas otomanas hasta el punto tal, que en noviembre de 1920, la República de Armenia había quedado disminuida a sólo algo más de 9.000 km². Alexandropol, Najicheván y Kars habían sido ocupadas por los turcos, Lorí por los georgianos, Zanguezur y Karabaj por los azerbaiyanos.
El triunfo de la revolución socialista en Armenia, el establecimiento del poder soviético en las repúblicas del Cáucaso y la recomposición de las relaciones de amistad con Rusia, permitieron, ante todo, el fin de las guerras interétnicas, de la muerte y la destrucción en la región.

El primer gobierno de la República Socialista Soviética de Armenia (RSSA), encabezado por el gran patriota, revolucionario e intelectual armenio Alexander Miasnikian, logró recuperar Alexandropol (Leninakán/Guiumrí), Lorí y Zanguezur, transformando el territorio soberano de Armenia a casi 29.000 km². Y no sólo eso, ya que el gobierno soviético obtuvo el control de Najichevan y Karabaj, y a ambas se le otorgaron importantes grados de autonomía, la primera fue declarada República Autonóma y la segunda Región Autónoma. Es decir, ninguna fue incorporada al territorio soberano de la RSS de Azerbaiyán, como sí lo fueron a la Armenia Soviética las regiones de Leninakán, Lorí y Siunik.
“Si no fuera por Rusia, ni Armenia tendríamos hoy”, dijo recientemente Vartán Jukasian, el nuevo alcalde de la ciudad de Gyumrí-Leninakán.
Durante el período soviético, se realizó un enorme trabajo en los sucesivos gobierno de la Armenia Soviética, no sólo para fortalecer el Estado, recuperar y desarrollar todo aquello que resultara fundamental para el mantenimiento de la identidad nacional, sino también para no dejar que el olvido triunfara y la nuevas generaciones no recordaran a sus antepasados (las víctimas del genocidio) o no conocieran la barbarie sufrida antes, durante y después del 24 de abril de 1915 -para que todos tomemos verdadera dimensión de su significado hasta la fecha-.
Desde la década del 20 hasta su desaparición como entidad estatal, el Estado socialista de Armenia jamás ocultó los hechos trágicos ni los crímenes del pasado. Simplemente no los utilizó como elemento para azuzar el odio y la enemistad con otros pueblos. Por el contrario, durante los 70 años de existencia, la Armenia Soviética apoyó trabajos de investigación, publicó cientos de libros, construyó monumentos y memoriales, utilizó cada medio de comunicación (escrito, radial y, luego, televisivo) contra el olvido, por el mantenimiento de la memoria y la lucha por la verdad y la justicia. Pero también, para concientizar a las sucesivas generaciones no en el racismo ni en el exclusivismo étnico, sino en la paz, la amistad, la solidaridad entre los pueblos y en el internacionalismo.
El 13 de diciembre de 1964, el Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Armenia, Yakov Zarobian, elevó una propuesta al pleno del CC del PCA para que se conmemorara el 50° aniversario del Genocidio Armenio y se erigiera un monumento en Ereván dedicado a los mártires armenios. El Pleno del Partido Comunista armenio acompañó la moción y fue presentada al gobierno de la RSS de Armenia para que fuera presentado al gobierno de la Unión Soviética.

En 1965, en el marco del Cincuentenario del Genocidio y ante el pedido presentado oficialmente desde Ereván, el Gobierno Central de la URSS aprobó la construcción en la capital de Armenia de un monumento a las víctimas del Genocidio Armenio de 1915 en el Imperio Otomano. El mismo fue inaugurado el 29 de Noviembre de 1967 y la llama eterna fue encendida por primera vez por el líder de la Armenia Soviética, el recientemente nombrado primer secretario del Partido Comunista de Armenia, Antón Kochinian.
Desde ese día, el Complejo Memorial de Dzidernagapert (Fortaleza de Golondrinas) se convirtió en el epicentro de la procesión de millones de armenios y no armenios, que rinden tributo a las víctimas del genocidio de 1915 y a quienes cayeron en otros crímenes de lesa humanidad cometidos en el planeta.
Si bien desde mediados del siglo pasado autoridades de muchos países, funcionarios de Estado, dirigentes políticos y personalidades internacionales mencionaban el genocidio armenio de 1915 y lo condenaban, fue Uruguay el primer país que lo hizo oficialmente en 1965. Luego lo sucedió la Armenia Soviética y, el 14 de abril de 1995, la Duma Estatal de la Federación Rusa adoptó una declaración oficial condenando el crimen y reconociendo oficialmente el genocidio armenio.
El 24 de abril de 2015, cuando Armenia conmemoró de manera estatal el Centenario del Genocidio Armenio, el presidente ruso Vladimir Putin fue uno de los dos mandatarios -junto al de Francia- que llegó a Ereván para participar de los actos centrales en el Complejo Memorial de Dzidzernagapert.
Más allá de las muy personales preferencias occidentalistas de algunos armenios (derivadas del lugar de nacimiento o de otras razones subjetivas), de los intereses partidarios y sectoriales de ciertas organizaciones políticas y sociales, y de los compromisos asumidos por quienes sólo tienen como objetivo de vida satisfacer sus ambiciones personales (materiales, egos, ansias de poder, etc.) y para hacerlo no dudan en “venderse al mejor postor”, no existen elementos en la historia real ni en el presente que justifiquen o logren al menos “sostener” por un instante (aunque sea de un delgado hilo a punto de cortarse) el anti-rusismo de ciertos sectores de la armenidad, ya sea en Armenia como en las comunidades de la diáspora. Mucho menos, los intentos de equiparar lo realizado por Occidente, Turquía y/o el sionismo (ahora también Israel), con la influencia positiva y el rol de Rusia y los rusos en un período de más de cinco siglos de la historia del pueblo armenio.
Por eso, el anti-rusismo vigente en algunos armenios y armenias no es más que la exteriorización del triunfo de uno de los elementos que forman parte del negacionismo turco.
Comments